miércoles, 31 de diciembre de 2008

Termómetro 1


Termómetro de estimación semanal de surgimientos dependientes

jueves, 25 de diciembre de 2008

Instrucciones para dejarlo todo atrás



The test of a first-rate intelligence is the ability to hold two opposed ideas in the mind at the same time, and still retain the ability to function
F. Scott Fitzgerald

“Ni agua va” dijeron 366 días que envueltos en hoja de tamal bisiesto, agarraron por las canillas a diestros y zurdos en un año que para pocos pudo pasar inadvertido. “De lo robado, lo encontrado es ganancia”, reza para algunos. Y en pleno frenesí (¿para qué hacernos tontos?, esto es todos los años) de pláticas que se sorprenden por los aguinaldos autoasignados de diputados y funcionarios públicos (¿de verdad será que funcionan y que son públicos?), uno convive igual con el furor por la escenografía humana y del set de Madonna, con las versiones 6.0 de conspiración (en taxi ecológico) del Learjet 45, con la posibilidad de que seis de nosotros seamos elegidos para colonizar (invadir de nuevo) Marte, con el extraño número 2012 y su serie inagotable de prerrogativas y profecías…

Un año es una designación. A algún ocioso se le ocurrió clasificar tiempo y así como pudieron ser años de 365 (o 366) días, pudo haberse dado una métrica diferente. La que quieras. De hecho, cuando se da el poco, pero probable caso de ponerme un reloj, procuro ponerlo a las 00:00 horas en el instante que despierto. De ese modo contabilizo las horas que llevo lúcido (en el mejor de los casos) y lo que ha durado mi día. Swatch –por ejemplo- inventó su “Internet Time”, una métrica donde la hora es idéntica en todo el mundo, y que divide el día en 1000 unidades (beats), que equivalen a un minuto y 26 segundos, cada uno. Si quieres hablar por Messenger con alguien en Taipei, la hora será para ambos en un formato “@500” en lugar de “12:00 PM”.

Pero no tienes que inventar una nueva métrica para comprender que el tiempo es una designación conceptual. ¿Qué pasa con la misma distancia cuando vas en carretera rumbo a tus vacaciones. ¿Y cuando regresas?

El punto es que esa designación permite no aferrarnos ni con el año que termina ni con el que empieza, porque en realidad no inicia ni acaba algo. O viéndolo de otro modo, lo puedes terminar justo en este momento. O el 26 de abril.

Pero si por un momento entramos en ese huacal llamado Fin de Año y hurgamos como tratando de encontrar algo, lo más propositivo sería advertir –no sólo que viene un rampante 2009-, sino la pregunta “¿Y qué vas a hacer con él? ¿Y con los que vienen encadenados?

Dentro de las especulaciones que arropan un futuro predecible, se habla de que en el curso de los próximos 100 años, tendremos contacto con extraterrestres, los periódicos impresos dejarán de existir, el cuerpo humano será “asistido” por una serie de nanocircuitos que prometen, ahora sí, volvernos seres conscientes, o por lo menos inteligentes. Del mismo modo, se habla del advenimiento del Transhumanismo como inicio de una era (y no el fin), de la revolución biológica fundamentada en la intervención y mejora estratégica de la genética, de Internet hasta en la dentadura postiza…

Por un momento harta esto, ¿no? Dan las bigotonas ganas de decir “¡Ya! ¿Y si le paran a su ocio?”

Ocio visto como una cantidad de seres que arrojaron como se avientan los dados del cubilete sobre la faz de la Tierra, y éstos se las ingenian para entretenerse con todo tipo de aventuras y Realities.
¿Por qué prácticamente ninguno de los futurólogos habla de un desarrollo del conocimiento introspectivo en torno a la mente? ¿Por qué la incisiva comezón de buscar afuera y no adentro?
¿Cuánto sabemos de la máquina de combustión y cuánto sabemos del proceso mental que faculta la cognición en tiempo presente?

Ahí es donde parece ociosa la tecnología, que dicho sea de paso- no ha precisamente cumplido la promesa original: desarrollar instrumentos que posibiliten y den acceso al ser humano una mejor calidad de vida. Que yo recuerde, mis abuelos no tenían iPhones, GPS ni slimbooks con cuantiosos Petabytes. Pero sí tenían más tiempo, mejor comunicación y estabilidad que se traduce en calidad de vida.

No es esto una apología para ir al centro de la ciudad y quemar computadoras. Pero tal vez sí una para que la próxima vez que pases por ahí, incendies tus prejuicios. Unos que usualmente pasan desapercibidos y nos hacen ver un año como absolutamente 365 días. Unos que nos patean reiteradamente el trasero con pérdidas y ganancias que duelen o alegran. Unos que parecen ahorcarnos con cierres y aperturas de ciclos. Unos que en realidad hacen que veamos todo esto como una verdad absoluta, cuando es relativa, y adopta la forma del punto de vista desde donde lo observes.

De ahí que si te fue mal o bien en el año… sabes que puedes empezar por dudar si se trata incluso de un año.

PS. ¡Felices Designaciones Conceptuales!

viernes, 19 de diciembre de 2008

Instrucciones para manotear sin irle al Toluca



Si yo le fuera al Cruz Azul, en estos momentos tendría problemas.

Estaría sentado en la banqueta de la duda y de la frustración futbolística, después de una final como la que tuvo lugar el domingo pasado.

El futbol no necesariamente es tema de análisis vertebral, pero no es necesario ser científico social para ver que lo ocurrido en el estadio Nemesio Díez muestra que el futbol es tan injusto como la realidad social.

En nuestra justicia, el vivales, el violento que cierra carreteras, el que ignora las leyes, es tolerado y en ocasiones hasta premiado por una autoridad timorata e incongruente.

El futbol soccer no deja de ser un juego que tiene detrás una arquitectura de negocio. Pero ese juego tiene reglas, estatutos y hasta valores.

César Vllaluz, jugador que fue campeón mundial juvenil en 2005, salió decidido a revertir un marcador de 2-0 en contra con argumentos y habilidad. Traía francamente desquiciada a la defensa del Toluca.

Precisamente fue él quien originó la jugada que terminó en gol, acercando a 'La Máquina' a lo que pareciera una épica voltereta.

Los hinchas de Cruz Azul no me dejarán mentir: para este momento, la adrenalina y emoción era implacable con el segundero y cada acción del partido era tomada como una línea de electrocardiograma.

Sin embargo, la banca del Toluca generó un cambio, con un hombre (José Cruzalta) que en cuanto tuvo oportunidad, centró y literalmente 'noqueó' a Villaluz con inverosímil anuencia del árbitro, y enviando al jugador literalmente al hospital. En términos militares, se trató de una operación “seek and destroy”.

El espíritu de Villaluz (vaya apellido para la ocasión) impregnó al equipo, quien a pesar de quedarse con 10 elementos, anotó un segundo gol y llegaron a los penalties para dramática e inverosímilmente perder.

¿Cuántas veces la injusticia ha sido el nombre de la escena en tu pantalla?

¿Cuántas ocasiones te ha sucedido algo similar, en donde el palmo de narices es resultado glorioso de un esfuerzo conducido y enfocado?

Por lo menos, se entiende la lógica de comprender las causas, condiciones y circunstancias del evento, y la oportunidad de saber que en la victoria no hay oportunidad de conocer la dignidad que permite una derrota -especialmente así-.

¿Cómo lidias, soportas o resuelves las injustcias?

Si bien se trata de las situaciones más frustrantes por una naturaleza que detona impotencia, es posible dejar de experimentar animadversión.

Si -al contrario de como puede pensarse- ligas la experiencia al hilo conductor del sobresalto, es posible que puedas entender la naturaleza de dicha emoción y cesar los efectos de enojo que vienen subsidiarios.

Sin que esto suene a pasividad o desgano, la propuesta es abrigar el espíritu trascendente de la comprensión de una motivación perturbada -y perturbadora- y decidir no darle continuidad.

En el peor de los casos, dejarás de ser permisivo con tus propias deficiencias.


Instrucciones para valorar y ver volar tus zapatos

Un par de zapatos proyectados al aire cobran eco masivo más rápido de lo que crees.

Muntather Zaidi pasó a la fama mundial por llevar a cabo lo que una inmensa mayoría –deforma abierta o velada- ha deseado hacer desde hace mucho tiempo y con todo tipo de objetos, que van desde zapatos hasta refrigeradores.

Zaidi lanzó un zapato a Bush –quien cínicamente visitó Bagdad- mientras gritaba que era un “beso de despedida, perro”.

Posteriormente lanzó su segundo zapato con la consigna siguiente: “por las viudas, los huérfanos y asesinados en Irak”.

Dan ganas por un momento, de que en esa habitación, los guardias presidenciales bloquearan las puertas e impidieran la salida a Bush, y que junto a Zaidi, apareciera de pronto el stock de 1,060 zapatos que se contabilizaron a Imelda Marcos en Filipinas.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Instrucciones para tallarse un ojo al que se la ha metido una mosca




Nada es más molesto que una basura en el ojo.
Recuerdo cuando de chico, en un parque cercano a mi casa, en plena carrera hacia la resbaladilla que veía como monumento a la dicha infantil, se me incrustó un moscardón en un ojo con una de las molestias que generaron todo tipo de perturbaciones –que sospecho duran al día de hoy-.

Naturalmente nadie me cree que una mosca enorme se me metió al ojo, pero viéndolo fríamente ni siquiera supe en el momento que se trataba de una mosca, porque no la vi venir y tampoco podía observarla mientras agitaba los brazos como náufrago hiperventilado.

Después de todo tipo de esfuerzo mecánico para quitar lo que sentía como un aerolito en mi córnea, identifiqué los restos del insecto kamikaze y generé un extraño vínculo para con él. Por un lado pensé en la increíble coincidencia del choque de ese insecto precisamente con mi globo ocular, y la extraña sensación de que desde niño no creo en las coincidencias.

Si bien el acto más terrible y doloroso era el momento álgido de tallar el ojo como si quisiera sacarlo, enjuagarlo con bórax y regresarlo, cuando por fin me cansé de esa reiterada acción y dejé en paz al ojo y lo que seguramente en ese momento sería un triturado insecto, descansé y con la paz, lagrimeó el ojo, acción que hizo que los restos de la mosca fueran expulsados de los linderos geográficos de mi cavidad ocular.

Esta escena que ahora más bien me da risa (pero con el secreto deseo de que no vuelva a suceder), me dejó varias cosas que deberían ser procesadas.

Por un lado, si se entiende que los problemas o aflicciones mentales lo son porque así los designamos, éstos -entonces- son resultado de nuestra propia imputación y con justificación los merecemos.

Estar “bien” o “mal” no es más que la consecuencia de la designación mental, que opera bajo un marco de referencia donde todos los elementos que forman parte de él, operan como peones y alfiles inerciales que no hacen, sino reiterar la autoimagen y el concepto que tenemos del mundo, como de nuestro propio Yo.

Sin embargo, y como sucedió cuando dejé de tallar el ojo, en el instante que dejas la mente reposar en su estado natural –libre de cavilaciones y disrupciones, emerge un estado de lucidez que bien podríamos intentar sostenerlo y cultivarlo.

Esto es, lograr un refinamiento del proceso de atención que suponga el unipuntual enfoque, libre del juicio, etiquetas y diálogo interior.

Bajo el concepto de evitar lo que parece una solución e integrar una verdadera solución –aparentemente velada- se puede comprender que el bienestar depende de los procesos de imputación mental y los resultados que ésta arroje.

¿Qué le da significado a tu existencia? Por lo menos, en el momento que tenía una mosca en el ojo, me quedó claro que comprendí la totalidad de mi bienestar por medio de la aspiración de ausencia de moscas en mis ojos. Pero 20 minutos después de que salió el insecto, olvidé el suceso con la consecuente posibilidad de que regresara ahora un abejorro a la pupila sin comprender que el problema no era la mosca ni la técnica del tallado, sino la interpretación y codificación del hecho y la respuesta ante esa situación.

¿Qué pasaría si pudiéramos cambiar la forma de ver e interpretar la realidad? Finalmente, eres dueño de tus hábitos y por esa razón puedes hacer lo que te venga en gana con ellos.

Si partimos de la premisa de que la realidad en su totalidad no es otra cosa que la mente misma por el hecho de que la mente es quien decodifica la serie de estímulos psicosensoriales que operan como medios de representación con el mundo, al cambiar los procesos de la mente, el mundo cambia.

De ahí que las apariencias no están desvinculadas de la mente. Pero por el contrario, solemos ser expertos perfeccionistas de nuestros defectos y ni siquiera cometemos errores con ellos.

Si observamos la posibilidad de generar desapego para con la mosca en el ojo, y con esto logramos que fluya tanto el momento que codificamos como malestar (aunque inherentemente, desde su propiolado, no es “malestar”: sólo lo imputamos así), como la misma mosca, sobrevendrá la oportunidad de concebir que transformar el punto de vista puede hacer la diferencia.

De una realidad nacen dos perspectivas de realidad - bonito o feo-. Pero eso no es “realidad”, sino una interpretación de la misma, que es filtrada por tus canales de experiencia, que refinados o no, son sólo una cámara en la película. Cuando cambias la toma, es cuando tomas el cambio.

Mientras tengamos a la conciencia en un estado específico, de ese modo se presentará la realidad. De otro modo, el punto de vista propicia la realidad. Realidad que puede ser tremendamente disruptiva con un insecto en el ojo y tallárselo para generar aún más dolor y comezón, o realidad que puede ser transformadora comprendiendo que se trata de algo transitorio, dependiente de causas, condiciones y circunstancias, y que con total recolección del hecho y deteniendo la acción impulsiva (y compulsiva), la solución sobrevendrá.

Bajo esta tesitura, bien se podría hacer del mundo entero un campo de práctica para perfeccionarse como persona. O como mosca en un ojo.