sábado, 6 de noviembre de 2010

Instrucciones para no sentir frío




Sin pagar boleto, el frío entra por los pies. Y al parecer el formato idóneo para darle la vuelta es reinventar el mismo concepto del diagnóstico climático. 

El clima es, por su parte, la mejor excusa para curiosamente romper el hielo. No importa ser burdamente evidente y ante el sudor multitudinario preguntar a alguien: “hace calor, ¿no?”. Como si la respuesta fuera la merecida: “De ningún modo. Lo que sucede es que eres único y excepcional, y todos nos estamos congelando de frío, pero tu excepcional presencia hace que nada más tú distingas este calor, por lo agraciado que eres”.

Hay climas para todo y para todos. Recuerdo lugares y parajes donde hacía un frío endiablado que estaba acidulado por un vientecillo más canijo que cualquier travesura celestial, pero al mismo tiempo estar tirado viendo estrellas, y por lo mismo, olvidar con propósito dicho frío.

De aquí desprendo que el maquillaje de la sensación es sólo eso, como cuando un soldado olvida un dolor de muela al ser encañonado por un enemigo. Pero el enemigo sería la ausencia de tal para sobredimensionar cualquier espectro sensorial que tenga como finalidad rendir tributo a la importancia personal bajo la excusa natural del “yo siento”.

Frío o caliente, son dimensiones de las cuales difícilmente podremos tener certeza en torno a su origen y presencia. Son factores endógenos y relativos, así tengan una métrica, igualmente relativa. Y esto lo apunto a propósito de la frialdad con la que se puede tomar un hecho como el mismo frío, que podría ser restituido como emblema o calcomanía accesoria en este vehículo de realidad, sin observarse como un determinante que opera incluso, en torno del humor y del capricho gritado: “Tengo frío y no me pienso mover el día de hoy”.

¿Y como por qué dos latitudes exclusivamente: frío-calor? ¿Podrías imaginar otras dos, como puntos cardinales o unos 23, en donde se puedan distinguir distintos campos sensoriales asociados a la temperatura? ¿Y será por el hecho de no imaginarlos, no conceptualizarlos y no enlazarlos al espectro de receptores que lancen la información electroquímica al mando que designa conceptualmente, que no existen?

Porque de ser así, el frío puede ser cualquier otra cosa. Sólo se percibe, pero ya no se designa. Y en este frente habrá oportunidad de tomarlo, abrazarlo, adorarlo u otorgarle total potestad para que haga con nosotros lo que le plazca.

Frío, frío, frío… Pareciera que estamos fríos en torno a este encuentro, y nos vamos fríos de aquí, sin pista alguna. Sin embargo, la voz en off que dice “tibio”, es la misma que está tiritando de frío y parece estar engolosinada y absorbida con el simple hecho de tiritar.

Al ser un diagnóstico, indiscriminadamente queda puesto como una percepción subjetiva. Pero alternar la visión de querer definirlo todo por una necedad opera en contra de uno mismo. Por eso lo más natural es dejarlo ser. Algo que no necesariamente parece (ser) natural.

Eduardo Navarrete
@elnavarrete