La cuerda floa lo es, por evitar salir de su zona de confort.
Una cuerda floja evita levantarse junto su dueño (el mejor postor) y unirse al alarido que conviene al usufructo.
Una cuerda floja es floja por no ser causa cooperativa en el trànsito de su amable transeúnte en turno.
Cuando tensas la calma y la cuerda, pareces ver dos cuerdas uniéndose lentamente y dos calmas disuadiéndose rápidamente. Por eso el primer paso es saber que no hay cuerda. Si no hay cuerda, tampoco hay caída, mucho menos llegada (abajo o al otro lado del poste).
Ya que tomaste esa previsión, lo mejor es ver rápidamente hacia abajo (imposible no hacerlo): colores retumban y miriadas de albinos pumas convertidos en túneles benefactores de la histeria se manosean el rostro para ser el primero en invitarte a su espacio (myspace).
La condición de haber visto lo que hay abajo es no volver a verlo. Ya lo conoces, y no se desea lo que no se conoce. Con la instrucción de saberse apetitoso del momento, cada paso es un sahumerio y tú la esencia.
Con cítrico humor conserva el punto de unión con la cuerda comparsa y registra la mitad del terreno como un ecuador o un ombligo de la Luna. Ya ahí, es hora de voltear hacia arriba. Extiende las alas, brinca y pregona la no-cuerda. Siente cómo haces levantar temprano a la cuerda, como le das sus Corn Flakes y la despellejas empezando por el arquetipo que tiene de sí. Desaforadamente gritarlo todo. Empujar la inercia al lado contrario y desnudarse ahí, en esa no-cuerda. Seguir gritando si caes o si te elevas, pero hacerlo y saber que la otra mitad es cuestión sólo de tiempo.
martes, 31 de julio de 2007
jueves, 12 de julio de 2007
Instrucciones para seguir creyendo que esto existe tal como aparece.
Un solo paso basta para confirmar que dada la identidad con la que has intimado los años que tienes (o que crees tener), se vuelve máxima e irrefutable autoridad.
Entra a un centro comercial. Trata de ser inmune. Pero verdadera y legítimamente inmune. Hemos estado acostumbrados a crecer y creer que somos el cuerpo que habitamos, y de ese modo dejamos de lado por lo menos una mitad de oportunidades que tendríamos para desarrollarnos como civilización.
¿En qué se te va el dinero?
¿En qué se te va la energía?
Habría que identificar muy bien esto y ver que el fitness way of life, como lo más anticuado y out tienen una pieza clave en común: son imputaciones que hacemos. Artificiales. Condicionadas. De otro modo, nos la creemos todita, y ni siquiera reparamos en esto, y compramos lo más inútil, roto y de mal gusto, si es preciso; estridente o francamente ridículo, si está de moda; cuando lo único evidente es que perpetuamos los acondicionamientos compulsivos que nos vuelven aún más ciegos ante el hecho de que no somos nuestro cuerpo, menos aún lo que te pones o lo que te quitas.
Ajá. ¿En busca de qué?
Por supuesto, de elementos que a la larga aporten felicidad. Pero erróneamente crees que existen o se nos prometen en el concilio social, cuando están exclusivamente en uno.
¿Eres presa de qué compulsiones?
Entra a un centro comercial. Trata de ser inmune. Pero verdadera y legítimamente inmune. Hemos estado acostumbrados a crecer y creer que somos el cuerpo que habitamos, y de ese modo dejamos de lado por lo menos una mitad de oportunidades que tendríamos para desarrollarnos como civilización.
¿En qué se te va el dinero?
¿En qué se te va la energía?
Habría que identificar muy bien esto y ver que el fitness way of life, como lo más anticuado y out tienen una pieza clave en común: son imputaciones que hacemos. Artificiales. Condicionadas. De otro modo, nos la creemos todita, y ni siquiera reparamos en esto, y compramos lo más inútil, roto y de mal gusto, si es preciso; estridente o francamente ridículo, si está de moda; cuando lo único evidente es que perpetuamos los acondicionamientos compulsivos que nos vuelven aún más ciegos ante el hecho de que no somos nuestro cuerpo, menos aún lo que te pones o lo que te quitas.
Ajá. ¿En busca de qué?
Por supuesto, de elementos que a la larga aporten felicidad. Pero erróneamente crees que existen o se nos prometen en el concilio social, cuando están exclusivamente en uno.
¿Eres presa de qué compulsiones?
lunes, 9 de julio de 2007
Instrucciones para pretender enviar todo al diablo
What the heck?
Estas tres palabras lanzan una encomienda bien centrada en su orografía lacustre, donde en lugar de pozo de los deseos, se extiende un insensato rescoldo al momento álgido.
Si lo que se pretende es hacer trizas una expectativa, cualquier detonador es viable. La expectativa es la antesala de la decepción. Por eso practícala cada vez que desees esto.
Si sólo se trata de un arrebato como quererte lanzar de un octavo piso por un choque de trenes emocional, tal vez baste con estirar el tiempo, cortar la lengua y comportarse como un pedazo de madera (soy un pedazo de madera, soy unpedazo de madera, soy un pedazo de madera...). Así no habrá salvas que rescatar no rescates que salvar.
Ahora que puede que se trate de limar un comentario mal aplicado. Aquí la situación es quirúrgica. Por eso valdría más la pena ser un gran pedazo de madera. Si por los grados Kelvin no se aguantan las ganas de decir (así sea en bajito y balbuceadito) lo que se tiene que decir, entonces habrá que procurar que sea algo de lo que sabes, deberás hacerte responsable y pararte derechito.
Si de todas estas, además recreas un intro mix que genere entropía humana y parezcas antropófago, entonces -en una de esas- quizás sí puedas ser malabar de octavo piso, o empezar a recordar que todo lo que haces, todo lo que dices y todo lo que piensas genera consecuencias.
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