Un solo paso basta para confirmar que dada la identidad con la que has intimado los años que tienes (o que crees tener), se vuelve máxima e irrefutable autoridad.
Entra a un centro comercial. Trata de ser inmune. Pero verdadera y legítimamente inmune. Hemos estado acostumbrados a crecer y creer que somos el cuerpo que habitamos, y de ese modo dejamos de lado por lo menos una mitad de oportunidades que tendríamos para desarrollarnos como civilización.
¿En qué se te va el dinero?
¿En qué se te va la energía?
Habría que identificar muy bien esto y ver que el fitness way of life, como lo más anticuado y out tienen una pieza clave en común: son imputaciones que hacemos. Artificiales. Condicionadas. De otro modo, nos la creemos todita, y ni siquiera reparamos en esto, y compramos lo más inútil, roto y de mal gusto, si es preciso; estridente o francamente ridículo, si está de moda; cuando lo único evidente es que perpetuamos los acondicionamientos compulsivos que nos vuelven aún más ciegos ante el hecho de que no somos nuestro cuerpo, menos aún lo que te pones o lo que te quitas.
Ajá. ¿En busca de qué?
Por supuesto, de elementos que a la larga aporten felicidad. Pero erróneamente crees que existen o se nos prometen en el concilio social, cuando están exclusivamente en uno.
¿Eres presa de qué compulsiones?
Entra a un centro comercial. Trata de ser inmune. Pero verdadera y legítimamente inmune. Hemos estado acostumbrados a crecer y creer que somos el cuerpo que habitamos, y de ese modo dejamos de lado por lo menos una mitad de oportunidades que tendríamos para desarrollarnos como civilización.
¿En qué se te va el dinero?
¿En qué se te va la energía?
Habría que identificar muy bien esto y ver que el fitness way of life, como lo más anticuado y out tienen una pieza clave en común: son imputaciones que hacemos. Artificiales. Condicionadas. De otro modo, nos la creemos todita, y ni siquiera reparamos en esto, y compramos lo más inútil, roto y de mal gusto, si es preciso; estridente o francamente ridículo, si está de moda; cuando lo único evidente es que perpetuamos los acondicionamientos compulsivos que nos vuelven aún más ciegos ante el hecho de que no somos nuestro cuerpo, menos aún lo que te pones o lo que te quitas.
Ajá. ¿En busca de qué?
Por supuesto, de elementos que a la larga aporten felicidad. Pero erróneamente crees que existen o se nos prometen en el concilio social, cuando están exclusivamente en uno.
¿Eres presa de qué compulsiones?
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