viernes, 24 de julio de 2009

Instrucciones para mirar una planta

Por supuesto, primero hay que asumirse como paje en el reino vegetal y no claudicar ante la trepidatoria tentación de vegetar.

Ver una planta supone saberse sorprendido por el entorno, por la exquisita capacidad de curiosear y saber del entorno, y privilegiar la estancia en la superficie de modo conjunto.

De algún modo las plantas son testigos objetivos a los cuales tendríamos que aprenderles más de un puñado de lecciones.


Se puede apilar la vista sobre el follaje y hacer un violento zoom para seguir las nervaduras y luego voltear a verse los brazos a sí mismo.

Es imprescindible observarlo también en términos de colores. Olvida cualquier referente y advierte un Nuevo Mundo hecho exclusivamente consignado con base en colores. Así habrás de descubrir el himno del ocre y subirás las intrincadas montañas del verde. Admirarás los fangos del olivo y te dejarás acariciar por las falanges amarillas.

Luego viene el descubrimiento de la forma. Identifica la repetición de las formas y la coexistencia de patrones en un ente vivo: se trata de la más viva tarea para supurar algún minuto desprovisto de soliloquio discursivo.

En el caso de la planta observada, vale descubrir la genealogía de raíz al ápice y atinar a imaginar una plática con uno de estos interlocutores. Por estúpido que parezca, se puede sacar mayor provecho que de muchos de los personajes con los que entablamos conversación a diario.

Imagina el nombre. ¿Qué tendría que decir un árbol? ¿Qué habrá visto y qué olvidado? ¿Cómo percibe el mundo y para el caso, cómo te ve a ti? ¿Qué consejo quintaescencial te brindaría?

¿Y lo escucharás?

viernes, 17 de julio de 2009

Instrucciones para odiar lo que sea



No es tan difícil si lo piensas.

Dado que sobran cosas inútiles en esta vida (las corbatas, el dedo meñique del pie, las monedas de 10 centavos, las envolturas de regalo, la luz ámbar de los semáforos… en breve habrán unas instrucciones para volver útiles las cosas inútiles), es por demás un elogio al libre arbitrio gruñir y despotricar en contra de quien resulte irresponsable.

Odiar algo pareciera natural. Es más, con un atisbo de perspicacia odiaríamos –como Gárgamel- no sólo a los Pitufos, sino también el mismo proceso de odiar.

La aversión significa un intrincado –pero automático- proceso de selección. Sin embargo pocas veces reparamos en el origen de este filtraje porque lo importante es el objeto del odio: linchar a Javier Aguirre y a cada uno de sus pupilos o incendiar la pata de la cama que planificó y perpetró con ejemplar destreza el golpe nocturno al dedo del pie.

Si en realidad la vida se redujera a odiar o amar tendríamos como seres una simplicidad compleja.

Y es que el simplismo es una moda que difícilmente pasa de moda. Tomar por asalto el dedo índice y calificar al mundo como un acto dado o heredado de modo automático es algo irreparable (en todos los sentidos posibles) e inútil en sí mismo. Si erigiendo tu sentencia de los objetos de la realidad desaparecieran con ella, odiar sería completamente erudito.

Aprecio la gentileza que provoca la ilusión del albedrío. Pero no deja de ser un señuelo. La serie de comportamientos, pensamientos y acciones llevadas a cabo sin chistar como resultado de la habituación, y por ende de procesos que ya ni siquiera cuestionamos, debería representar una alarma más fuerte que la que generó (y generará) el AH1N1.

Y cualquier momento es bueno para lanzarte a la plaza de tu elección y odiar al AH1N1. Odiar la gestión de la desmesura. Odiar la falta de ortografía y los clichés enviciados. Odiar a la policía y a los políticos. Odiar el zipper del pantalón y los broches del brassiere. Odiar los lunes y tal vez los martes. Odiar la indiferencia. Odiar (aún) el timbre del fin del recreo. Odiar el cinismo y la falta de sentido de otredad. Odiar el mal gusto y la carencia de elegancia. Odiar la autodestrucción. Odiar los libros subrayados. Odiar la grosería y el camino burdo. Odiar el ocio. Odiar la inconsciencia. Odiar el hígado y paradójicamente odiar la tauromaquia. Odiar la alarma para despertarte. Odiar la falta de sensibilidad frente al respeto ambiental, al trato a los animales, como a los derechos indispensables (deja tú individuales) de las personas. Odiar los zapatos con pants. Odiar a Maná. Odiar a tu archienemigo. Odiar la injusticia. Odiar ir al dentista. Odiar la incongruencia y odiar la insensibilidad… Odiar. Cualquiera puede odiar. Cualquiera odia.

De algún precámbrico modo estamos socializados a que al menor estímulo nos erijamos en magistrados y potentados árbitros de situaciones, personas y todo cuanto nos rodea.

La flamante sentencia: “Me gusta” o “No me gusta” en sus multivariadas modalidades (incluyendo aquellas diplomáticas o diligentemente refinadas) hacen del instrumento de la conciencia, uno que obra en contra de su naturaleza. Y aquí está el pequeño detalle con odiar.

Si la naturaleza del fuego es el calor y la del agua es humedad, la de la mente es conocer por medio de su claridad y su oportunidad de aprehender.

Pero en el más aguafiesta del plan, el proceso cognoscitivo se ve empañado por una especie de voz en off que se adhiere como rémora asquerosa (impensable separar asquerosa de rémora) y dictamina –enjuicia- cuanto evento mental se presenta frente a la esfera sensorial particular. Esta discursividad es norma y no excepción en el proceso vital. Pareciera “normal”. No por ello habremos de rendirle pleitesía o mantener incendiaria inacción.

Si etiquetar a rajatabla parece divertido y hasta podemos convertirla en profesión peligro, genera –por medio del poder de la habituación- una seria intimación con los procesos que facultan la cotidiana descripción del mundo. De este modo, con concebir el veneno te envenenas.

Percepción es realidad.

¿Y no cabría entonces pensar que autoestima es el estado inversamente proporcional al ejercicio de calificar (y odiar) intempestivamente el mundo?

(Es pregunta)

viernes, 10 de julio de 2009

Nstrxns pa scrbr chdo!





Pa q chks ste txt tndrs q pnsr cmo n we q c komunik kon su bnda p’sda. Así d psdo llga a cr entndr sto.

Se trata del tiempo. El preciado tiempo que no da para escribir con las reglas elementales que por supuesto ni siquiera se concen al 25%. Tiempo que arrebatar al iPod, a YouTube, al chat o a Hi5. Por eso, y para destacar lo suelto, divertido y exótico que se danza en esta pasarela, es que las preferencias heterográficas repican por encima de la pasada de moda gramática.

Y no hay asombro de por medio. Si el medio de cultivo ofrece banalidad, comida chatarra, saturación sensorial constante y medios sumamente simples de sobornar la inmediatez, ¿Qué nos haría pensar que el lenguaje -carta de presentación de la mente- no se viera vilipendiado?

Siempre he visto a la comunicación como un puente. Una plataforma que une con diversos medios y cimientos dos puntos equidistantes. Con el advenimiento tecnológico y la cultura del desgano, el chat, la conversación frívola y hasta idiota se han apoderado de una bandera generacional que muestra el desdén no sólo en su escritura, sino que hablar con ellos es como prender la tele (y en el nueve).

Con el celular -que ha pasado de ser un aparato para recibir y hacer llamadas a una indispensable sombra- viene la prestidigitación de teclas para armar un mensaje con el menor número de tecladazos y la oportunidad de decir más con menos, del modo más rpdo posible y spr kool.

Los textos que se envían de cel a cel, constituyen una ? para entender el fenómeno de la comunicación fría y de inmediatez de la cual muchos foráneos de la sensibilidad son presas simples.

Cuando lo kool era traer un tabique en la cintura, el cual desplegaba un texto que había sido dictado a una operadora telefónica, empezó un frenesí que difícilmente parará. El celular será objeto de devoción por donde se le vea: se personaliza, se tunea y hasta se le abraza.

Mandar un mensaje por beeper era interesante: tenías que marcar un teléfono donde una atosigada señorita se chutaba todas las historias al minuto (he ahí la prehistoria Twitteriana) de personas que ni pretendía conocer, pero aparentando singular interés.

Estar “conectado” literalmente es estar IN, sin importar si eres un chofer de camión de basura, un niño de kínder o una abuela desalmada.

A tal grado el celular se ha apoderado de nuestro espacio, que está penalizado manejar mientras uno conduce un vehículo, haciendo el símil de contar con la misma atención que un borracho. (Ahora es cuando contabilizo los borrachos que conozco que encima van hablando por celular) Se estima que cerca de 73% de los usuarios ignoran esta norma y si tienen necesidad, suena el teléfono o no hay poli cerca, le dan rienda al manos cautivas.

El primer SMS (Short Message System) se envió en 1992. Al día de hoy, salen de China 845 millones de textos por día. Más de un 70% de usuarios de teléfonos celulares mandan msjits. Esta práctica por sí sola representa una ganancia del 20% de las utilidades de las operadoras telefónicas. Un 94% de los jóvenes de 18 a 24 años mandan mensajes SMS. De éstos, un 34% manda arriba de 36 mensajes por semana. 14% de la población manda mensajes con propósitos de negocio. La hora pico de actividad en mensajes de texto es entre las 10:30 y las 11:00 pm. En México hubo 75 millones de mensajes de texto diarios en el 2007.

El pulgar parece moverse en fast fwd utilizando iTap o T9, un sistema predictivo que pocos adultos comprenden o valoran, a la hora de lanzar la cita para el prty.

Estas comunicaciones suelen ser ligeras o casuales -K nda komo tas??? Io aKi kaNsaDon, pro chdo!!!- pero escribir y recibir txts es una forma de estar ligados y conectados, así sea ligeramente. Ya no importa la calidad, sino el hecho de estar IN.

Modismos y neologismos se visten con reglas de cualquier naturaleza: t vs ftl!!. EL MENSAJE CON MAYÚSCULAS significa que le estás PONIENDO UNA GRITONIZA singular. Y si combinas mayúsculas con minúsculas, súper original, especialmente en el Messenger.

El uso kañón de la K, letra en franco desuso, vuelve la comunicación rebelde y con karakter. Mientras tanto, los depositarios emocionales de lo que no se pudo transmitir por medio del texto son caritas escritas con caracteres como : ), conocidos como emoticones.

La edición del teléfono de Mamá (“ayyyy: ¡rosita!”), de RBD, el que traiga cámara de 4 MPixeles, la oleada de microchangarros que venden la fundita, la fundota y el calcetín decorativo (para el niño-para la niña) sin mencionar las cruzadas para conseguir el ringtone de los Transformers, El Padrino, o “Tamales calientitos” hacen del aparato un juguete, un símbolo y un compañero de textura aún por descifrar.

Desafiar la naturaleza del arte comunicativo nunca estuvo más a la mano: ¡en nuestras propias células!

Nmás x no djar.

Tu q uso l das al cel?

Ns vmos!

jueves, 2 de julio de 2009

Instrucciones para practicar el sexting

Nadie puede colocar su pie dos veces sobre el mismo rio

-Heráclito

Las modas son tan aberrantes e incongruentes, que tienen que cambiar cada seis meses.

Como en la ropa y sus delirios aprisionantes, el ocio y la frágil madurez mental hacen que copiemos y reiteremos patrones impuestos que en más de una ocasión ni siquiera entendemos.

Desde poses, (des)arreglo personal, palabras y percepciones de estar IN o Cool, corren hasta convertirse en algo que termina por ser ajeno a sí mismo, sin que esto pueda ser validable para el sujeto en cuestión.

El grito más novedoso -y por ello no el menos vergonzante- es el nombrado como Sexting. Se trata de la conducta desordenada de utilizar los sitios sociales en Internet como aparador de fotos donde uno se muestra con escasa ropa, gestos sugerentes y signos dedicados a una ventilación de la presunción erótica soft y el mal gusto en exhibición.

Si bien estos foros como Hi5, Facebook y MySpace (para las víctimas de estas modas: “Hi, Face y My”) se basan en la egóica muestra al mundo de los trofeos y atrofias que uno guarece como arsenal.

La idea original que parte del Web 2.0 consistió en la participación del usuario, sin sospechar el éxito que arrojaría un modelo basado en el ego, la curiosidad y las redes sociales.

Pero el Sexting visita oscuros laberintos que quedan puestos de manifiesto con el hecho de convivencia. Un teórico afamado decía cada vez que podía que era imposible no comunicar algo todo el tiempo. El apetito fundamentado en la discursividad del deseo y la debilidad de la elegancia pueden hacer que el acto de tomarse fotos sugerentes parezca normal y hasta divertido.

En principio podría sonar una práctica adolescente más, que con un regaño o una plática se solucionaría momentáneamente.

Pero la causa de un evento así puede ser endémica. Puede tener origen en la confusión acerca de la manera de cómo existimos. Es en este nodal punto, donde emerge el sustento de nuestras emociones neuróticas que son peor que veneno para la higiene del comportamiento.

Si entendiéramos que contamos con una identidad relativa y no absoluta; que en efecto todo en nosotros cambia constantemente; cómo es que todos y cada uno de los fenómenos brotan en el espectro de la realidad (a pesar de la necia imagen de permanencia que les imputamos); entonces el apego, los celos, el enojo y el aferramiento no podrían tener sustento ni base sobre la cual asirse. Mucho menos el ego o la defensa de la autoimagen que supone el Sexting.

Precisamente porque creemos que hay un Yo sólido, inherente, absoluto, estable, es que generamos sustento para todas las aflicciones graves que acometemos sobre de nosotros mismos, en lo que despierta como uno de los ejercicios más absurdos de la civilización, por el hecho ramplón de ser autodestructivo. Idiota.

Esta autodestrucción nace de eventos mentales. Instantes diarios que pudieron haber sido filtrados y observados con cabal presencia de la atención, pero que por el contrario, son vividos "en automático" y con una compulsiva reiteración de patrones no necesariamente constructivos.

Los eventos mentales son importantes por el hecho de figurar como la ventana central de los accesos perceptivos que generan atención y con ésta, la visión, descripción y calificación del mundo, así como el detonador del conocimiento.

Pero del mismo modo, si no se cultiva con un riguroso y poderoso filtro de estos eventos de atención, naturalmente estaremos vulnerables a ejércitos de amenazas para nuestra tranquilidad y estabilidad de largo plazo. Lo más parecido a un autogolpe de Estado.

Una vez que posicionas tu atención concentrada y robusta en cada impresión mental que percibas y refines los procesos de atención, la discursividad, la pereza y en general la inacción, saldrán gradualmente como plaga ante fumigación.

Ahora habría que imaginar al mundo sin modas absurdas, o por lo menos que no sean autodestructivas.

Cuesta trabajo.

Instrucciones para trazar dos líneas en una boleta

Por más de una razón es factible comparar a un diputado con una partícula subatómica.

Si bien existen y forman parte de la estructura, de no ser tiempos electorales o estar en el centro de un escándalo mediatizado simplemente no figuran en la geometría próxima.

Sin embargo, bajo este mismo ejemplo se apunta la importancia y determinación del papel que tienen en la confección nacional.

Si se vota o se anula, es neurosis personal con implicaciones en el mismo sentido además del social. Pero la orientación, esto es, la imantación de la aguja en la brújula tiene que obrar como elemento decisor de inmediato y largo plazo en este ejercicio.

Basta observar y ponderar los logros democráticos y de representación legítima que has tenido mediante los ejercicios de tu voto en el pasado y proyectarlos en una línea de tendencia acorde con el momento político y social.

No hay indiferencia que nos aleje de una piedra.

Por lustros hemos tolerado magnitudes y creatividad del cinismo aplicado al engaño. En reiteradas ocasiones hemos tenido un atisbo de credulidad que mutó en ingenuidad.

Hay suficientes razones por las cuales no creer en las mismas gastadas y oportunistas fórmulas que en realidad nada tienen que ofrecer a un pueblo harto de trampas y corrupción.

La forma implacable de mostrar este estado de ánimo, es acudir al origen de la relación y ejercitar el derecho a hacer lo que se deduzca conducente. Ese origen de la relación Partido – Pueblo es uno de interlocución entre la sociedad y el gobierno. Aparentemente, los partidos políticos emergen como un puente necesario entre éstos dos, para mediar, regular y articular todo tipo de detalles en la administración pública y el pacto social.

En la medida en la que uno tenga elementos para cuestionar esto último, habrá elementos para saber si los dos trazos en la boleta sirven, para qué y con qué consecuencias.