Nadie puede colocar su pie dos veces sobre el mismo rio
-Heráclito
El grito más novedoso -y por ello no el menos vergonzante- es el nombrado como Sexting. Se trata de la conducta desordenada de utilizar los sitios sociales en Internet como aparador de fotos donde uno se muestra con escasa ropa, gestos sugerentes y signos dedicados a una ventilación de la presunción erótica soft y el mal gusto en exhibición.
Si bien estos foros como Hi5, Facebook y MySpace (para las víctimas de estas modas: “Hi, Face y My”) se basan en la egóica muestra al mundo de los trofeos y atrofias que uno guarece como arsenal.
La idea original que parte del Web 2.0 consistió en la participación del usuario, sin sospechar el éxito que arrojaría un modelo basado en el ego, la curiosidad y las redes sociales.
Pero el Sexting visita oscuros laberintos que quedan puestos de manifiesto con el hecho de convivencia. Un teórico afamado decía cada vez que podía que era imposible no comunicar algo todo el tiempo. El apetito fundamentado en la discursividad del deseo y la debilidad de la elegancia pueden hacer que el acto de tomarse fotos sugerentes parezca normal y hasta divertido.
En principio podría sonar una práctica adolescente más, que con un regaño o una plática se solucionaría momentáneamente.
Pero la causa de un evento así puede ser endémica. Puede tener origen en la confusión acerca de la manera de cómo existimos. Es en este nodal punto, donde emerge el sustento de nuestras emociones neuróticas que son peor que veneno para la higiene del comportamiento.
Si entendiéramos que contamos con una identidad relativa y no absoluta; que en efecto todo en nosotros cambia constantemente; cómo es que todos y cada uno de los fenómenos brotan en el espectro de la realidad (a pesar de la necia imagen de permanencia que les imputamos); entonces el apego, los celos, el enojo y el aferramiento no podrían tener sustento ni base sobre la cual asirse. Mucho menos el ego o la defensa de la autoimagen que supone el Sexting.
Precisamente porque creemos que hay un Yo sólido, inherente, absoluto, estable, es que generamos sustento para todas las aflicciones graves que acometemos sobre de nosotros mismos, en lo que despierta como uno de los ejercicios más absurdos de la civilización, por el hecho ramplón de ser autodestructivo. Idiota.
Esta autodestrucción nace de eventos mentales. Instantes diarios que pudieron haber sido filtrados y observados con cabal presencia de la atención, pero que por el contrario, son vividos "en automático" y con una compulsiva reiteración de patrones no necesariamente constructivos.
Los eventos mentales son importantes por el hecho de figurar como la ventana central de los accesos perceptivos que generan atención y con ésta, la visión, descripción y calificación del mundo, así como el detonador del conocimiento.
Pero del mismo modo, si no se cultiva con un riguroso y poderoso filtro de estos eventos de atención, naturalmente estaremos vulnerables a ejércitos de amenazas para nuestra tranquilidad y estabilidad de largo plazo. Lo más parecido a un autogolpe de Estado.
Una vez que posicionas tu atención concentrada y robusta en cada impresión mental que percibas y refines los procesos de atención, la discursividad, la pereza y en general la inacción, saldrán gradualmente como plaga ante fumigación.
Ahora habría que imaginar al mundo sin modas absurdas, o por lo menos que no sean autodestructivas.
Cuesta trabajo.
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