Por más de una razón es factible comparar a un diputado con una partícula subatómica.
Sin embargo, bajo este mismo ejemplo se apunta la importancia y determinación del papel que tienen en la confección nacional.
Si se vota o se anula, es neurosis personal con implicaciones en el mismo sentido además del social. Pero la orientación, esto es, la imantación de la aguja en la brújula tiene que obrar como elemento decisor de inmediato y largo plazo en este ejercicio.
Basta observar y ponderar los logros democráticos y de representación legítima que has tenido mediante los ejercicios de tu voto en el pasado y proyectarlos en una línea de tendencia acorde con el momento político y social.
No hay indiferencia que nos aleje de una piedra.
Por lustros hemos tolerado magnitudes y creatividad del cinismo aplicado al engaño. En reiteradas ocasiones hemos tenido un atisbo de credulidad que mutó en ingenuidad.
Hay suficientes razones por las cuales no creer en las mismas gastadas y oportunistas fórmulas que en realidad nada tienen que ofrecer a un pueblo harto de trampas y corrupción.
La forma implacable de mostrar este estado de ánimo, es acudir al origen de la relación y ejercitar el derecho a hacer lo que se deduzca conducente. Ese origen de la relación Partido – Pueblo es uno de interlocución entre la sociedad y el gobierno. Aparentemente, los partidos políticos emergen como un puente necesario entre éstos dos, para mediar, regular y articular todo tipo de detalles en la administración pública y el pacto social.
En la medida en la que uno tenga elementos para cuestionar esto último, habrá elementos para saber si los dos trazos en la boleta sirven, para qué y con qué consecuencias.
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