La cuerda floa lo es, por evitar salir de su zona de confort.
Una cuerda floja evita levantarse junto su dueño (el mejor postor) y unirse al alarido que conviene al usufructo.
Una cuerda floja es floja por no ser causa cooperativa en el trànsito de su amable transeúnte en turno.
Cuando tensas la calma y la cuerda, pareces ver dos cuerdas uniéndose lentamente y dos calmas disuadiéndose rápidamente. Por eso el primer paso es saber que no hay cuerda. Si no hay cuerda, tampoco hay caída, mucho menos llegada (abajo o al otro lado del poste).
Ya que tomaste esa previsión, lo mejor es ver rápidamente hacia abajo (imposible no hacerlo): colores retumban y miriadas de albinos pumas convertidos en túneles benefactores de la histeria se manosean el rostro para ser el primero en invitarte a su espacio (myspace).
La condición de haber visto lo que hay abajo es no volver a verlo. Ya lo conoces, y no se desea lo que no se conoce. Con la instrucción de saberse apetitoso del momento, cada paso es un sahumerio y tú la esencia.
Con cítrico humor conserva el punto de unión con la cuerda comparsa y registra la mitad del terreno como un ecuador o un ombligo de la Luna. Ya ahí, es hora de voltear hacia arriba. Extiende las alas, brinca y pregona la no-cuerda. Siente cómo haces levantar temprano a la cuerda, como le das sus Corn Flakes y la despellejas empezando por el arquetipo que tiene de sí. Desaforadamente gritarlo todo. Empujar la inercia al lado contrario y desnudarse ahí, en esa no-cuerda. Seguir gritando si caes o si te elevas, pero hacerlo y saber que la otra mitad es cuestión sólo de tiempo.
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