viernes, 9 de octubre de 2009

Instrucciones para voltear a ver las nubes




As long as anyone believes that his ideal and purpose is outside him, that it is above the clouds, in the past or in the future, he will go outside himself and seek fulfillment where it cannot be found. He will look for solutions and answers at every point except where they can be found--in himself.

-Erich Frohm


¿Qué ejemplo más nutrido de la imperturbabilidad que las nubes?

Sea que estés atrapado en el tránsito o en un brote de rabia en contra de la nimiedad de tu elección, hay algo por encima de todos que en contadas ocasiones merece la atención detenida y asociativa.

Resulta simplemente increíble que un conjunto de microcristales de agua cristalizada se suspendan en el cielo formando caprichosas y entretenidas figuras. Estas partículas de agua (producto de la evaporación) son arrastradas por masas de aire cálido y húmedo que impactan con otras masas de aire frío y seco. Al no mezclarse y desplazarse a zonas de presión atmosférica baja, desciende también su temperatura, con lo que las partículas de agua se condensan, dando lugar a las nubes.

Uno deja de ser niño cuando deja de encontrarle formas ingeniosas a las nubes. Pero pierde todo el espíritu cuando incluso se le olvida que hay tales.

Pasando por alto que la curiosidad primaria tendría que llevar a uno a responder con precisión la causa de la generación de las nubes, lo insoslayable es no maravillarse por el genuino espectáculo diario.

El show dura todo el día, diario hay funciones diferentes. Es gratis. No requiere mayor esfuerzo que una mente dispuesta a ser asombrada. Y aún así, cualquier excusa es motivo para ignorar la diatriba vertical con el horizonte.

Si se olvida algo tan elemental -pero revelador- como voltear hacia arriba es por el hecho de dar por sentado que ahí estuvo y estará: el síndrome de adecuación que aniquila la capacidad de asombro.

Un asombro que está puesto en las telenovelas, la Selección, el tipo de cambio o los dramas prefabricados. Pero no hay asombro como el más simple acto de convivir y aprender de y con uno mismo. ¿y qué diablos hay que aprender de las nubes? Lo mismo que de un espejo, dado que el campo visual no es otra cosa que una proyección articulada de la mente y su estado. De este modo, ver las nubes será ver tu mente. Si para este punto el ejercicio sigue pareciéndote soso o cursi, mi recomendación es correr a comprar el TV Notas y ofrecer disculpas por los valiosos segundos robados.

Pero si algún interés hay en ser provocado del modo más genuino y beligerante en aras de saberte lúcido y consciente, entonces no olvides echar un detenido y lúdico vistazo diario al cielo. No vaya a ser que a nuestro inspirado gobierno, y en vista de la sorpresiva falta de recursos económicos, se le ocurra empezar a cobrar el uso de cielo.

En cualquiera de los casos uno debería ser arrestado por olvidar voltear hacia arriba, y ser condenado a seguir viendo hacia abajo... O simplemente ni ver.

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