Si Dios realmente hubiera querido que voláramos, nos hubiera hecho más fácil el llegar al aeropuerto.
- George Winters
El desafío de volar (sea de una crisis o del desorden ciudadano) no tiene por qué someterse a discusión. Es un designio propio que sin que sea confundido con un recurso parecido en forma, pero oblicuo en fondo (huir) cuenta con presencia en el cajón de utilerías siempre a la mano (no así a la vista) de todo buen ciudadano.
Uno vuela como sus alas le den a entender. Si por volar entiendes la espontánea capacidad de tomar perspectiva y abandonar el terreno (judicialmente) superficial, no requieres ser hermano Wright para atender el alarido de dicha necesidad.
Pero el exagerado y constante aferramiento a creer que sólo lo percibido es, cercena tristemente una capacidad genuina y rotunda: la de usar la mente como propio resguardo. Así, uno vuela desafiando los sentidos, tomando perspectiva de la pequeñez del planeta (ya no digas de uno), considerando la posibilidad de atender el momento más de un momento, cuestionando severamente el concepto cincelado como "éxito".
Y aún así puede sonar meloso, molesto o ajeno. Volar… ¡Paj!
Volar es una lección que las aves dieron al ser terrestre para ver hacia arriba, no con rencor, sino con sabiduría. Volar es comprender que hay posibilidad de comprender.
Aún así me es incomprensible que en un avión haya personas que -por más experimentadas y taimadas estén en el arte de subirse al cilindro aventanado y proyectado por los aires, cierre la persiana de la ventanilla o revise y se sorprenda con el escalón canino para cama, o los cuchillos que no requieren afilarse en el catálogo de basuras innecesarias que aguarda al frente del asiento.
También hay formas de volar no precisamente voluntarias ni placenteras, me refiero al momento cuando uno es cordialmente invitado a hacerlo como algo mandatorio y no opcional: léase, ¡te mandaron a volar, chiquito! En este caso el vuelo no es primordialmente, algo placentero (más bien un vuelo de negocios y no así de placer), pero en cualquier caso conlleva perspectiva (a menos que brutamente te aferres a chillar y lanzar consignas sindicales de ardidez e inmadurez).
Indistintamente, para volar se requieren cuatro factores indispensables según la aeronáutica. Se tratan de las fuerzas de sustentación, empuje, peso y resistencia. La física las ha estudiado con morbo y me parecen una elegante y fehaciente pista de lo que uno puede hacer para volar.
Lo primero es comprender que se requiere un balance (no así equilibrio) entre estas cuatro fuerzas para que el vuelo se posibilite. La fuerza de sustentación es saber ver hacia arriba, en sentido opuesto al peso, que debe ser realistamente considerado. El empuje es la fuerza que impulsa hacia adelante al objeto, y también habrá que considerar la fuerza de resistencia que se opone al vuelo. Con esto en las manos (o alas), queda claro que la fuerza de sustentación debe ser mayor que el peso y el empuje más fuerte que la resistencia para que un objeto (o sujeto) emprenda vuelo.
Volar, en cualquiera de los casos, tendría que ser un arte. Estar arriba (lo siento, esta vez sin ningún tipo de recreativo barbitúrico) ya no es más un signo de poder. Es un indicio, precisamente de haberlo trascendido.
@elnavarrete
el rey de Bandah estaría de acuerdo con tu aseveración: volar tiene que ser un arte.
ResponderEliminarpero tengo la sensación de que él siempre ha sido anterior al invento aerotransportado