martes, 21 de diciembre de 2010
Instrucciones para grinchear con soltura
No es necesario escupirle al ponche ni activar la jeta más ponchada que tengas. Con ser almorzado por un tránsito vial que es ya una insignia permanente del gusto masoquista del ciudadano atrapado por los seasonalities, bastaría para refugiarte en cualquier excusa y quedarte a salvo en cualquier bastión de tranquilidad.
Pero a salvo no basta para entender un islote en el año que ha sido diseñado para cambiar de ciclo con un estricto apego al centro comercialvuelto tótem.
Probablemente se deba al reprobable hecho de no haber recibido el Castillo Grayskull claramente solicitado en la mentada carta, y de fondo escuchar las carcajadas del gordo rojo. O en una de esas, a tener que chutarte la plática política de los tíos borrachos y los reportes de inteligencia de las tías pretenciosas.
Lo cierto es que la temporada es realmente disfrutable si eres niño: te dan juguetes, viajes y vacaciones. De otro modo, padeces el tránsito, la turba de gente y la enrarecida y tensa atmósfera: por cmprar lo que le va a quedar y fingir que le gustó, por decidir si vas a casa de tus suegros o de tus padres, por proteger el aguinaldo de ojos ajenos para que sólo tus ojos lo vean materializado en tu nueva pantalla plana, en poner Disney face en la comida de la empresa y socialmente aceptar que no te burlarás de las ojeras ajenas, sólo porque las tuyas tienen ya una preocupante pero exótica coloración verdosa.
Otro ingrediente para rehuirle a esta fiesta son los villancicos. Cantarle a una estación puede ser pasable (sin la obligada duda en torno de una posible sanidad) pero no bajo las chillonas y melosas condiciones de lo que técnicamente se conoce como villancico.
Pero el punto crucial es que -siendo honestos- antier era todavía Septiembre (ése es el verdadero tiempo real) y pasadomañana será Febrero.
El tiempo se va entre las manos, no por una devastación de los recursos temporales, sino de los procesos de cpnciencia que derivan en saber estar alerta -no de una compulsiva compra navideña, sino de un refinamiento en los procesos de atención.
Con esta herramienta es con la que puede percibirse una temporada que no es otra cosa sino eso: una designación conceptual que aprehende y aprende que no hay días ni fechas absolutas, como tampoco nece(si)dad de volverse siervo de ellas, de una u otra forma.
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