Era niño cuando López Portillo defendió el peso como canídeo y en cascada trajo consecuencias generacionales que probablemente hoy algunos relaten a sus terapeutas predilectos (el mío, este espacio).
Recuerdo incluso la influencia del término hasta el grado de ver grupos musicales como "Chico Che y la Crisis" (quien paradójicamente entonaba "Quién Pompó").
La palabra clave en los últimos lustros es crisis. De todo tipo y sabor. Igual se habla de la crisis en los Balcanes, que de la crisis de valores, hasta -por supuesto- la temida, aceptada y restregada crisis de identidad.
¿Qué es crisis?
Lo que usualmente entendemos como período problemático que requiere ardua concentración en realidad tiene connotaciones diferentes. Crisis tiene que ver más con una idea de crecimiento o etapa de aprendizaje.
Sea por los golpes en múltiples bandas que el problema hipotecario en Estados Unidos generó, o por el pánico exacerbado derivado de esto, lo cierto es que el mundo se sabe en crisis.
Incluso hay comunicadores que señalan que se trata de la más grave de la historia. Basta ver que una forma de hacer finanzas simplemente no pudo más y reventó con efectos en cada esquina del orbe.
¿Y como qué dardos aviento yo en este juego?, te preguntarás. Que se ocupen Bush, Carstens o los que responden por ese problema...
El problema en realidad es que en una realidad tramada como telaraña bajo el concepto de globalización, es no permisible aislarse, retraerse o ignorar que un problema ya no es sólo de un país.
La posibilidad de interpretar este momento, que seguramente será recordado, como una turbulencia o como un aprendizaje en la memoria humana, depende precisamente de las acciones que se leven a cabo.
No es ocioso advertir que tanto la inacción como una señal a destiempo bastan para que empresas duden, retiren activos del mercado, caigan las bolsas y con ello se generen múltiples movimientos -entre ellos los cambiarios-.
Decía un amigo "cada quien con su psicosis", y es eso lo que puede permitir que estos tiempos movidos den acceso a una verdadera lección y generen un hito, o sea una noticia más en la tele, misma que dudaré que me impacte. Y de ser así, me limitaré a subir de volumen las mentadas diarias contra el sucio gobierno.
Esa psicosis refiere a que hay trabajo que hacer en lo personal -en cada seno familiar- como en lo macroeconómico. Conducir finanzas responsables en cada uno de los círculos de la estructura, vuelven robusta a ésta.
La lección, una vez más, no es si John Locke o Milton Friedman se equivocaron. Se trata de cobrar conciencia de la impermanencia -incluso de sistemas económicos- y la posibilidad de reinventarnos como grupo y no como facciones. Como palabras dignas de ser arropadas por un mejor interlocutor.
Recuerdo incluso la influencia del término hasta el grado de ver grupos musicales como "Chico Che y la Crisis" (quien paradójicamente entonaba "Quién Pompó").
La palabra clave en los últimos lustros es crisis. De todo tipo y sabor. Igual se habla de la crisis en los Balcanes, que de la crisis de valores, hasta -por supuesto- la temida, aceptada y restregada crisis de identidad.
¿Qué es crisis?
Lo que usualmente entendemos como período problemático que requiere ardua concentración en realidad tiene connotaciones diferentes. Crisis tiene que ver más con una idea de crecimiento o etapa de aprendizaje.
Sea por los golpes en múltiples bandas que el problema hipotecario en Estados Unidos generó, o por el pánico exacerbado derivado de esto, lo cierto es que el mundo se sabe en crisis.
Incluso hay comunicadores que señalan que se trata de la más grave de la historia. Basta ver que una forma de hacer finanzas simplemente no pudo más y reventó con efectos en cada esquina del orbe.
¿Y como qué dardos aviento yo en este juego?, te preguntarás. Que se ocupen Bush, Carstens o los que responden por ese problema...
El problema en realidad es que en una realidad tramada como telaraña bajo el concepto de globalización, es no permisible aislarse, retraerse o ignorar que un problema ya no es sólo de un país.
La posibilidad de interpretar este momento, que seguramente será recordado, como una turbulencia o como un aprendizaje en la memoria humana, depende precisamente de las acciones que se leven a cabo.
No es ocioso advertir que tanto la inacción como una señal a destiempo bastan para que empresas duden, retiren activos del mercado, caigan las bolsas y con ello se generen múltiples movimientos -entre ellos los cambiarios-.
Decía un amigo "cada quien con su psicosis", y es eso lo que puede permitir que estos tiempos movidos den acceso a una verdadera lección y generen un hito, o sea una noticia más en la tele, misma que dudaré que me impacte. Y de ser así, me limitaré a subir de volumen las mentadas diarias contra el sucio gobierno.
Esa psicosis refiere a que hay trabajo que hacer en lo personal -en cada seno familiar- como en lo macroeconómico. Conducir finanzas responsables en cada uno de los círculos de la estructura, vuelven robusta a ésta.
La lección, una vez más, no es si John Locke o Milton Friedman se equivocaron. Se trata de cobrar conciencia de la impermanencia -incluso de sistemas económicos- y la posibilidad de reinventarnos como grupo y no como facciones. Como palabras dignas de ser arropadas por un mejor interlocutor.
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