Caminar representa la generación de autonomía del ser por el hecho de poder desplazarse sin limitación aparente.
Unos lo hacen como si se arrastraran cargando tres cruces en la espalda. Otros no quitan la vista del pavimento. No faltan los jorobados ni las que bailan zumba. También habrás visto los que tienen tal prisa que ni tiempo tienen de caminar.
Caminar es un acto orfebre. Es blandir el piso con presencia. Conectar con el tiempo presente y permitir que éste transmita en nosotros su porte.
Hay formas y episodios del caminar. Está el optimista que arrastra
Nadie te obliga a caminar ni a hacerlo como lo haces. Esto remite necesariamente al concepto de libertad. Desde una garantía social, como la libertad de tránsito, hasta la libertad de culto e incluso la de pensamiento.
Si caminar supone transportar tu propia biomasa de un lugar a otro con genuina voluntad, indica también libertad de poder hacerlo gracias a la propia elección de la dirección y velocidad.
Pero esto no es más que un señuelo. Basta un ejemplo. ¿El enojo en nuestro comportamiento, es algo común? No se requieren de estímulos complejos para disparar un episodio de enojo en la cotidianía. ¿Y como cuál crees que sea la metodología para volver generalizado el recurso del enojo en tu vida diaria?
Esto es, ¿cómo se cultiva o perfecciona el enojo? Practicándolo.
Mientras más lo reiteras, más espontáneamente emerge, puesto que estás reiterando impulsos mentales que gracias a la fuerza de la habituación y familiaridad, se solidifican y perfeccionan en ti, quedando latentes para la emerger en la ocasión menos sospechada.
De un impulso aparentemente insignificante, por medio de la reiteración, nace una tendencia, misma que al ser replicada se convierte en un hábito. Pregunta: ¿cómo han llegado los hábitos que tienes a tu vida? Practicándolos, naturalmente.
Toda la serie de condicionamientos -como el enojo- que en nosotros operan de forma automática y a través de la cotidiana e instantánea replicación, hace que emerja el cuestionamiento de si en realidad somos libres.
Libertad sería, más bien, estar presente en la vida, ausente de estos condicionamientos y hábitos inconscientes, pero recurrentes y adheridos.
Por eso no habría como caminar con lo que creemos qe es libertad, enfocando los procesos que verdaderamente limitan dicha libertad. Para neutralizar un hábito, no hay más que conducir el proceso en sentido inverso: por medio de la reiteración, la familiaridad y la práctica, desarrollar impresiones mentales, que deriven en tendencias, y éstas a su vez, en hábitos.
Caminar así hará que despliegues todo el candor de tu persona mientras te transportas de un punto A, a un punto B.
Si bien dicen que hasta en el caminar uno emite un caudal inimaginable de mensajes, la posibilidad de hacer esto de un modo consciente, haciendo presente el momento de instalar un pie en el pavimento y luego el otro, junto con la postura y la respiración, se vuelve una posibilidad real para atestiguar y rehacer hábitos.