viernes, 1 de mayo de 2009

Instrucciones para colocarse un cubrebocas


El miedo a un desastre hace que todo mundo responda de un modo que fortalece el desastre.
-Bertrand Russell

Fue cuando el pánico estornudó en la cara y la incógnita superó al caso Mouriño, a la guerra contra el narco y a la crisis.

Todos sabían que iba a suceder, pero no cómo ni dónde. Menos aún cuándo. El enemigo público ahora es rebautizado. No es más el virus de la influenza porcina. Tiene un nombre más táctico: Influenza A H1N1.

Y es enemigo y es público porque desató, en muchas vertientes, lo que nadie. Por un lado, la exigua cultura de prevención en México despertó una realidad tangible: las calles del DF literalmente están desangeladas. Los pocos transeúntes, con la insignia del momento: el cubrebocas.

Un ente 600 veces más pequeño que una célula, aparentemente en una granja de Veracruz, vino a evidenciar la fragilidad del ser humano.

"Témele a lo invisible, porque desconoces el tamaño y la furia del enemigo", reza un dicho popular.

Y es ante lo desconocido que operan múltiples facetas en la respuesta que damos al fenómeno, como sociedad y cultura: los rumores, las pláticas de taxi o en casa no pierden oportunidad para dudar acerca de "el teatrito éste".

La falta de credibilidad del gobierno detona que el pueblo suponga que se oculta información ante una situación alarmante, o que se trate de una ya conocida "cortina de humo".

Más que extremar posiciones en cualquiera de los polos, valdría excavar en lo profundo: ¿Por qué si una empresa particular supo del brote del virus a inicios de abril, fue hasta el 23 de ese mes que se dio a conocer? ¿Por qué el número de muertes en México es mucho mayor que cualquier otra parte del mundo? ¿Por qué brota precisamente en nuestro país? ¿Cuáles son los factores que determinaron la mutación de este virus, para poder prevenir nuevos brotes?

Hay como seguramente lo has atestiguado, información de todo tamaño, color y ángulo.

La responsabilidad y el criterio para abordar, filtrar e interpretar esa información es lo que distinguirá a una persona informada, de una contagiada por la confusión informativa.

Precisamente los rumores, la desinformación, el ego en busca de la primicia y la manifestación cultural de hacer de una tragedia una comedia (habrás escuchado la cumbia de la Influenza), han tenido un comportamiento precisamente viral en Internet.

Va a resultar interesante y no menos paradójico, cómo un sistema interconectado de información se comporta en la transmisión de información (o desinformación), de modo paralelo a una cobertura de una pandemia viral.

Y esto -información- es algo que en este tipo de crisis (sobre crisis), debe de quedar brillantemente claro para formar opinión, mantener un estado de alerta y tomar decisiones a tiempo.

Cuando un discurso oficial no es claro y específico y además deja más dudas al aire de las que pudo resolver, generará naturales rumores y diretes contiguos, especialmente ante un pueblo incrédulo por una serie de sucesos inéditos, que se quedan suspendidos en el aire, sin explicación, al paso de los años.

En este caso, diversas teorías se esparcen sin mesura: se habla ya en Internet del oportunismo de Estados Unidos y el G7 en torno a un préstamo económico; el rumor de que los laboratorios levantarían la crisis global; ideas que versan en la excusa perfecta para aplicar una política antiinmigrante completamente restrictiva; notas que hablan de un contagio perpetrado por musulmanes contra estadounidenses utilizando a mexicanos como portadores; apuntes que consideran que el virus fue creado para infectar a Obama en su visita a México.

Es precisamente aquí, donde está la cepa más peligros y donde uno debería evitar ser foco de contagio. Informarse con suficientes y robustas fuentes, asegurarse que la data recolectada tiene sustento y queda perfectamente clara, verificar y validar datos haciendo de lado o entrecomillando opiniones personales, para entonces -si así se desea- expresar una opinión fundamentada, es menester ante este tipo de fenómenos.

Por eso cuando salgo a la calle y veo a la gente con tapabocas, me gustaría pensar que metafóricamente lo portan porque saben que si no tienen una forma más elegante de vencer al silencio, no lo harán.

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