viernes, 12 de marzo de 2010

Instrucciones para desear no desear



The desire to take medicine is perhaps the greatest feature

which distinguishes man from animals.

-Sir William Osler

Por la vida confluyen viaductos que cargan ansiedades y adrenalinas de diverso tamaño, mismas que acidulan el tránsito y lo vuelven espejo de las propias debilidades.

Es imposible saciar con holgura cuanto deseo abrupto cae en la alcancía de la conciencia: habría que desear no desear. Y en sí, continúa sigue siendo un deseo.

El problema con el aparentemente sano, humano y spicy deseo es que invita a ingresar a un ciclo inacabado de insatisfacción, mismo que cataliza la replicación del modelo y con ello hacerte orgulloso acreedor a innecesarias turbulencias de conocida factura.

Ya el deseo puede observarse como un motor legítimamente humano y hasta sabroso. La auscultación de la consecuencia será providencial pero la apertura de perspectiva y poder ponderar si a eso piensas dedicar tu tránsito vital, debería ser definitorio.

Naturalmente no se espera que al término de esta lectura te quedes con la idea de ser un zombie y no experimentar emoción alguna. Si bien es naturaleza humana sentir, no lo es aferrarse a ello y contaminar lo que puede ser un modelo sano de conducción. Por eso es viable exprimir el sentimiento sin adueñarse del deseo (aunque en realidad esto último sucede a la inversa).

El deseo es una ilusión subjetiva donde se proyectan carencias y debilidades que al aferrarse sólo se pausan, con la certidumbre de que emergerán en un episodio reloaded.

El deseo nada tiene que ver con la pasionalidad que imprimas al viernes por la noche, es la crudísima versión de ni siquiera saber quién era quien deseaba y recibir la avalancha de mielda soble ti, blothel.

Ahora puedes -cuando tengas tu pastel de cumpleaños enfrente, extinguir un deseo con la misma metáfora visual que subyace al soplar.

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