lunes, 19 de julio de 2010

Instrucciones para que un mal rayo te parta




                                               La mala suerte sí existe. Dios la reparte entre los pendejos.


No tiene que ser martes 13 . Tampoco viernes.

No tendrán que cruzar por tu ruta mininos negros ni deberás pasar por debajo de una escalera. La chingada, la verdadera, legítima y elegante chingada, lo carga a uno en el momento que menos la esperas, por si no lo has notado.

Como buenos hijos de la mismísima, tendríamos que haberle aprendido algunos modales. Por lo menos uno o dos chantajillos, o ya de perdida, algunos chascarrillos. Pero ni uno ni otro. Cuando la señora chingada se hace presente, el aspaviento y revuelo es desaseado y poco mesurado.

Te piden para hoy el informe que tendrías que entregar en dos semanas (y que por cierto tuviste cuatro meses para preparar, y que por supuesto, ni siquiera has pensado en la leve posibilidad de estructurar una coma al respecto); tu novia exige tu preocupado trasero para la comida de cumpleaños de tu suegra, (quien es tan demandantemente elocuente, como la misma chingada); quedaste de salir, después de nueve cancelaciones con los que fueron tus mejores cuates; tu mamá te habla para ver por qué no la visitas y por si hiciera falta un pase de Ricardo Osorio, se descompone tu auto por exceso de mantenimiento y supervisión... Bajo una tormenta y sin pila en el celular.

Los días de perros tendrían que ser de asueto. Aunque sospecho que uno tiene el día que merece y que secretamente implora. Por eso para que un mal rayo te atraviese, no hay que hacer demasiado. Genera las condiciones para que así te vaya. Invierte un poco de tu maltrecho tiempo en lamentarte y de este modo nublarás aún más el cerrado y dantesco panorama. Manda a todo mundo a volar. Enójate, manotea, insulta y patalea. Es lo más fácil y barato que uno tiene cuando esto ocurre.

Total, el rayo igual habrá de partir a alguien.
Lo único que aquí cabe es apuntar que uno mismo es quien se parte con dicho rayo al caer en la tentación de pensar que todo le sale mal y que son fuentes exógenas las que operan un complot universal en contra de la paz e higiene mental de uno. Es precisamente esa higiene la que hace que un problema sea designado como tal. Y efectivamente, así será.

El principiio de la percepción, por lo menos puede obrar para que en lugar de rayo, sea un atisbo de preencia el que te parta.

Y eso al menos, es un buen principio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario