sábado, 19 de febrero de 2011

Instrucciones para abrir (y cerrar) los ojos



Hasta en el magro asunto de cerrar los ojos existe una veta con capas geológicas a investigar. E instigar.

El aleteo sutil que precisa ser el parpadeo lleva a un automatismo que, como todo proceso automatizado, paradójicamente se deja de observar y se gesta con la misma destreza con la que un contador saca una básica y eficiente suma fiscal.

El objeto ya no es pagar un deber, sino ver cómo se toma un atajo, se saca el mejor partido y se aprovecha de la situación contable. Muy parecido que con cerrar los ojos.

Si con esa maestría y artimaña se decidiera dar cabida a la espaciosidad de la atención en algo que puede ser instantáneamente misterioso y común como el parpadeo, la oportunidad de realmente ver se daría, precisamente, en alta definición independientemente de que estuvieran abiertos o cerrados los ojos.

Con recapacitar un momento se entiende que los ojos siempre están abiertos y lo que se abre y cierra como válvula de filtraje en relación a lo interno y lo aparentemente externo, son los párpados.

He visto párpados tatuados con un dibujo de un ojo y lo que de inmediato pienso es el afán por observar, por inteligir y decodificar, por encima de guardar la vista para uno mismo. Pero si en este último actuar reside la capacidad de comprensión del método y el proceso, se comete un grave error a nivel civilización, al pretender dirigir con primaveral onanismo la atención hacia afuera y querer comprender la realidad con el método externo como base y resultado.

Si en efecto se tratara de lubricar el ojo, basta pensar que esa leve, inmediata oscuridad y breve revisión de la ventana interna (algo mucho más real que cualquier reality check) es lo que en realidad lubrica eso: la ilusión de la realidad. La capacidad de creer que lo que desvela y permite un par de párpados es the real thing. Tan real y tan thing , que ni siquiera reparas en cualquier otra posibilidad.

Parpadear no tiene mucho sentido fuera de ese lavado y engrasado inmediato. ¿Qué pasaría si el proceso mecánico fuera a la inversa? Es decir, que constantemente hubiera visualización interna y de vez en vez se accediera a abrir el ojo, como para saber que lo que sea que hay allá afuera está condicionado por el mecánico accionar de la percepción, detonada y sagazmente manipulada por todo tipo de filtros emocionales e histórica y contextualmente condicionados?

Por ello, parpadear es más arquetípico que funcional, si es lo que quieres. Quien pueda contar sus parpadeos diarios recibirá el premio de estar alerta. Quien pierda la cuenta tampoco importará si lo que hace es capturar la esencia del ejercicio. Quien parpadea como si fuera una obligación, de ese modo transita por este suelo (que debería ser para él, subsuelo).

Parpadear es algo tan minúsculo y pasajero que seriamente pone a discusión el concepto y validez –sobre todo vigencia- de ‘Ahora’.

2 comentarios:

  1. No había notado esa particularidad: los ojos siempre han estado abiertos.

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  2. Alguna vez escuché decir a Tony que "el Buda es un ser despierto porque abrió los ojos para siempre."

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