El paso medido, cronometrado y calculado para evitar toparte con alguien, usualmente desemboca en lo contrario. De este modo, verle a la cara es equivalente a verte la cara:
"¿Cómo estás?"
"Bien, ¿y tú?"
"También"
"Bueno, tengo prisa, bye"
"Sí, yo también, adiós"
El saludo se ha vuelto cosa tan mezquina, rutinaria y burda, que los diputados deberían dejar sus insultos y sus iPads por un momento y promover una iniciativa para derogar los saludos al ser éstos, un cliché y lugares comunes esparcidos de un modo hipócrita y poco elegante.
¿O qué quiere decir el "Bien, gracias ¿Tú?, si no es "Me da lo mismo, quiero evitarte, pero tengo que ser diplomático"? Ese 'bien' no sólo navega en una amplitud de disonancia, sino en un resorte para esquivar una plática no deseada. Por lo mismo, no necesariamente la respuesta estriba en que estés bien o mal, sino en que estés.
Por el contrario, la respuesta más honesta tendría que ser 'mal, estoy mal porque no sé cómo decirte que no te quiero saludar'. Ahí tienes, por ejemplo, la diplomacia al saludar en Egipto.
Un saludo es reconocer a alguien y expresar lo que sea que esto provoque en uno: usualmente alegría o sorpresa. Paradójicamente con este momento, la historia del saludo data de 5 mil años atrás, en tierras egipcias y mostrado en jeroglíficos, donde por medio de estrechar un par de sudadas manos, se sellaban pactos entre hombres y deidades.
En Grecia y Roma se acostumbraba saludar chocando las manos, pero con una pequeña variante a la de hoy: tenías que tomar la muñeca de la otra persona y el apretón tenía que ser sustancialmente fuerte. Esto se le atribuye a que cuando se encontraban dos aldeanos de distantes pueblos, lo primero que debías hacer era pacíficamente retirar sus dagas y ver cómo reaccionaba la contraparte. Si ésta hacía lo mismo, entonces se guardaba el arma y agarrabas fuertemente la muñeca derecha de la otra persona para que no sacara su arma y te apuñalaran a traición. Sólo así podían hablar tranquilamente.
En la Edad Media se daba la mano contraria al lugar donde llevabas tu espada, (que solía ir colgada a la izquierda) al ofrecer esa mano el contrincante observaba que no ibas a sacar la espada y apañarlo cual sanguijuela.
Poco a poco, el saludo fue evolucionando en una camaradería, hasta que hoy se encuentra, casi como una App en iTunes, como un must, como un gadget pasado de moda, como un auto 1999 en lamentable estado: ¿Qué significa: “Besos o Xoxo”, por ejemplo? El descarado nivel de lejanía proxémica nos hace tamagochis alimentados por estímulos semiautómatas.
Y estas letras no son una apología grinch a sonreírle al prójimo, sino a cuestionar el nivel de superficialidad y automatismo que hemos cultivado.
¿Qué pasaría si saludaras a quien realmente quieres saludar? ¿Si conscientemente registraras el campo energético de tu interlocutor y estrecharas con total fuerza e intención su mano? ¿Si al preguntar: “¿Cómo estás?”, realmente te interesara?
Interesante tu post. Debo decir que me siento bien de saber que cuando tú y yo nos saludamos, existe un verdadero interés en saber cómo estamos!!!!
ResponderEliminarRecordé al Dr. House: "Ser cordial está sobrevalorado"
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