Nada es más molesto que una basura en el ojo.
Recuerdo cuando de chico, en un parque cercano a mi casa, en plena carrera hacia la resbaladilla que veía como monumento a la dicha infantil, se me incrustó un moscardón en un ojo con una de las molestias que generaron todo tipo de perturbaciones –que sospecho duran al día de hoy-.
Naturalmente nadie me cree que una mosca enorme se me metió al ojo, pero viéndolo fríamente ni siquiera supe en el momento que se trataba de una mosca, porque no la vi venir y tampoco podía observarla mientras agitaba los brazos como náufrago hiperventilado.
Después de todo tipo de esfuerzo mecánico para quitar lo que sentía como un aerolito en mi córnea, identifiqué los restos del insecto kamikaze y generé un extraño vínculo para con él. Por un lado pensé en la increíble coincidencia del choque de ese insecto precisamente con mi globo ocular, y la extraña sensación de que desde niño no creo en las coincidencias.
Si bien el acto más terrible y doloroso era el momento álgido de tallar el ojo como si quisiera sacarlo, enjuagarlo con bórax y regresarlo, cuando por fin me cansé de esa reiterada acción y dejé en paz al ojo y lo que seguramente en ese momento sería un triturado insecto, descansé y con la paz, lagrimeó el ojo, acción que hizo que los restos de la mosca fueran expulsados de los linderos geográficos de mi cavidad ocular.
Esta escena que ahora más bien me da risa (pero con el secreto deseo de que no vuelva a suceder), me dejó varias cosas que deberían ser procesadas.
Por un lado, si se entiende que los problemas o aflicciones mentales lo son porque así los designamos, éstos -entonces- son resultado de nuestra propia imputación y con justificación los merecemos.
Estar “bien” o “mal” no es más que la consecuencia de la designación mental, que opera bajo un marco de referencia donde todos los elementos que forman parte de él, operan como peones y alfiles inerciales que no hacen, sino reiterar la autoimagen y el concepto que tenemos del mundo, como de nuestro propio Yo.
Sin embargo, y como sucedió cuando dejé de tallar el ojo, en el instante que dejas la mente reposar en su estado natural –libre de cavilaciones y disrupciones, emerge un estado de lucidez que bien podríamos intentar sostenerlo y cultivarlo.
Esto es, lograr un refinamiento del proceso de atención que suponga el unipuntual enfoque, libre del juicio, etiquetas y diálogo interior.
Bajo el concepto de evitar lo que parece una solución e integrar una verdadera solución –aparentemente velada- se puede comprender que el bienestar depende de los procesos de imputación mental y los resultados que ésta arroje.
¿Qué le da significado a tu existencia? Por lo menos, en el momento que tenía una mosca en el ojo, me quedó claro que comprendí la totalidad de mi bienestar por medio de la aspiración de ausencia de moscas en mis ojos. Pero 20 minutos después de que salió el insecto, olvidé el suceso con la consecuente posibilidad de que regresara ahora un abejorro a la pupila sin comprender que el problema no era la mosca ni la técnica del tallado, sino la interpretación y codificación del hecho y la respuesta ante esa situación.
¿Qué pasaría si pudiéramos cambiar la forma de ver e interpretar la realidad? Finalmente, eres dueño de tus hábitos y por esa razón puedes hacer lo que te venga en gana con ellos.
Si partimos de la premisa de que la realidad en su totalidad no es otra cosa que la mente misma por el hecho de que la mente es quien decodifica la serie de estímulos psicosensoriales que operan como medios de representación con el mundo, al cambiar los procesos de la mente, el mundo cambia.
De ahí que las apariencias no están desvinculadas de la mente. Pero por el contrario, solemos ser expertos perfeccionistas de nuestros defectos y ni siquiera cometemos errores con ellos.
Si observamos la posibilidad de generar desapego para con la mosca en el ojo, y con esto logramos que fluya tanto el momento que codificamos como malestar (aunque inherentemente, desde su propiolado, no es “malestar”: sólo lo imputamos así), como la misma mosca, sobrevendrá la oportunidad de concebir que transformar el punto de vista puede hacer la diferencia.
De una realidad nacen dos perspectivas de realidad - bonito o feo-. Pero eso no es “realidad”, sino una interpretación de la misma, que es filtrada por tus canales de experiencia, que refinados o no, son sólo una cámara en la película. Cuando cambias la toma, es cuando tomas el cambio.
Mientras tengamos a la conciencia en un estado específico, de ese modo se presentará la realidad. De otro modo, el punto de vista propicia la realidad. Realidad que puede ser tremendamente disruptiva con un insecto en el ojo y tallárselo para generar aún más dolor y comezón, o realidad que puede ser transformadora comprendiendo que se trata de algo transitorio, dependiente de causas, condiciones y circunstancias, y que con total recolección del hecho y deteniendo la acción impulsiva (y compulsiva), la solución sobrevendrá.
Bajo esta tesitura, bien se podría hacer del mundo entero un campo de práctica para perfeccionarse como persona. O como mosca en un ojo.
Quizás la mosca boicoteó tu realidad.
ResponderEliminarMe parece que no tomas en cuenta su posición. ¿Por qué habría ella de haberse encontrado con tu ojo y no con el de alguien más? ¿por qué no eligió otro? después de todo es un ser... era un ser viviente y tenía la libertad de moverse a cualquier lugar. A diferencia de un diente de león.
Esto te podría hacer merecedor a un ojo biónico. Así tus interpretaciones ya no dependerán de tus estímulos sensoriales, sino de la tecnología con que esté hecho el aparatejo que te pongas.
Y seguramente que ninguna mosca querrá caer ahí.
Y.