viernes, 4 de septiembre de 2009

Instrucciones para (por lo menos) no seguir sumando caos a esto


The overman... who has organized the chaos of his passions, given style to his character, and become creative. Aware of life's terrors, he affirms life without resentment.

-Friedrich Nietzsche

Paradójicamente, todo caos tiende a un orden. Pero en el trayecto, la furia primordial y la motivación ensimismada se aprecian una a la otra como el único presente (sin efectos) y no hay empacho en robar oxígeno al futuro: ¡al cabo de todas formas me voy a morir!

La paradoja opera con elegante sincronía. Es en la médula de ese instante donde la comprensión cabal de que el pasado dejó de ser y el futuro es lo que no sucede, que ahí, en ese momento pleno y atosigado de presencia, caen como piezas de Tetris dos posibilidades: radicar corresponsabilidad o que te quedes “inclusive” (el lado amable del me vale).

Posibilidades son las que hacen que todo parezca un Risk y no un Maratón. El momento subsecuente y no llevado a cabo se entrona como filoso aparador de posibilidades, tanto para el ratero que asaltará su primer Oxxo, como para el nerd que se orina de miedo antes de dar el discurso de honores a la bandera.

Posibilidad es elección. De sumar o restar caos entendido como un agente catalizador o neutralizador en una hipercompleja red de reacciones en cadena y consecuencias -sólo imaginables cuando lo lamentas- que aparentan no incidir en tus boleados, iridiscentes y caros zapatos.

Mientras haya agua en la tina, ¿para qué prender la tele si los amarillistas noticiarios nos asustan con sus fantasías?

Si el auto es rápido y furioso, lo más cool y shido (sic) será dar tapetazo o mojar peatones cuando llueva, pues segurito lo merecen.

Si el Ártico quedará sin hielo pronto, pues mal por ellos. Habrá que disfrutar –en lo que ello ocurre- mi cubita en las rocas.

Perseguir la moda en todo sentido es el nuevo nutrimento para la aceptación social, y si al comprar la prenda, el disco, el teléfono o una vida, se esconde un aporte porcentual para que niños de un impronunciable poblado tengan dos bocados más de comida, se habrá hecho el shopping con la conciencia lustrada y una sonrisa despejada.

La idiotez, la distopía, la contradicción abierta son referentes y causas que evidencian el terreno que transitamos entre escombros y una prostitución de la conciencia que autogeneramos de modo ciclado.

Y así, el desgaste social emerge como muñeco en caja de sorpresas a cada esquina. El porvenir de la desgracia hace que a la más inocente provocación, se mienten madres gratis como resultado del indefenso estado en el que se opera en esta fábrica de quimeras espontáneas. Pero lo que parece no ser claro es que somos madre, progenitora y promotora de la historia de histeria cotidiana y con ello de cada caja de sorpresas. ¡Y encima nos sorprende!

A quien le parezca que el mundo no es un caos que se dé una vueltecita por nuestro país. Que camine por Iztapalapa guiado por Juanito, que asista a una clase con la maestra Elba Esther, que juegue “liga ligazo” con Bejarano, que entienda el fenómeno Aburto-Posadas-Ruiz Massieu, que juegue Monopoly con Arturo Montiel, que fotografíe los palacios intocables en Michoacán, que pruebe -el ahora histórica- agua del Estado de México, que juegue a adivinar cuántos balazos habrá mañana, que se eche una carrerita contra Roberto Madrazo, que le pida una acompañante al Góber Precioso, que desafíe la gravedad en bici en la ciclopista capitalina, que platique con un Ministerio Público de leyes, y con un diputado de congruencia, que elija de un multivariado y colorido bufet a nivel federal, estatal o municipal, que es inagotable y se multiplican los platillos indulgentemente.

La novedad -por inverosímil que se manifieste- nunca deja de ser digerible. Todo indica que la capacidad de sorpresa es momentánea y de inmediato se relaja en el partido contra Costa Rica, los suministros de Lady Gaga o el chisme protagónico del momento.

Y nosotros parecemos estar en riguroso Zen, zin zaber que la contemplación es en sí un llamado actuar. En una realidad plagada de requerimientos urgentes por parte de todo cráneo, son absurdas abulia e inacción.

Más de una vez al día uno tendría que pellizcar la nalga izquierda para saciar la duda de si la certificada frontera entre ficción y realidad se habría alterado sin consulta previa. Y cuando el pellizco duela y aparentemente sigas despierto, vale preguntarte “¿y para qué?”.

Son tiempos inverosímiles. Se va pronto el fin de semana y el lunes es elástico como el Hulk que se rompía y dejaba peligrosa brea por doquier. Septiembre es atajo para Diciembre. Y Diciembre para indulgencia. Desvergüenza. Autocomplacencia. Cinismo. Indolencia. Ignorancia. Todas resultado de la inconciencia, misma que genera un comportamiento idílico y egóico, que anuda el cuello de la bolsa en donde nos encontramos, suponiendo que de ese modo estaremos tranquilos… y bien shidos.

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