Si algo hemos aprendido de la historia de la invención y del descubrimiento, es que en perspectiva -y también en el corto plazo-, las profecías más retadoras parecen risiblemente conservadoras.
- Arthur C. Clarke
Uno cree que es inmortal hasta que se corta el dedo con una hoja de papel bond.
La ilusión de la permanencia e invulnerabilidad hace que se cometan y se acepten cualquier voltaje de necedades que operan como profundas y filosas dagas, tratando de encontrar Orquídeas en un lluvioso safari del cual se desconocen tanto mapa como ruta.
A menudo concibo la pregunta esencial: “¿Y como para qué estamos aquí?” con una imagen un tanto ramplona, pero efectiva para el hecho. En el Wii, después de que uno crea un personaje (Mii), lo toman de la greña, y mientras éste sacude todas sus extremidades como para enfatizar su inseguridad, ansiedad y duda, es literalmente botado en una plaza donde merodean otros Miis. “¡Orale, a vivir (lo que sea que signifique eso)!”
Nunca hubo instrucciones, tips, hoja de ruta ni GPS. No había condición, más que la preservación fisiológica hecha instinto y berrido. De este modo, se es educado conforme al criterio del progenitor y de la sociedad, sin importar origen, efectos, viabilidad y repercusiones. Se acumulan todo tipo de experiencias e imágenes, se injertan impresiones mentales como hiperveloces bloques en un Tetris que tampoco conoce reglas.
Y ya que estás con los bloques a dos líneas de alcanzar el límite, subyace la duda: “¿Qué hago aquí?”
Después de recibir insultos, patadas y frijolazos a distancia por parte de conocidos y extraños que se dan cuenta de la duda, todo es posibilidad. Seguir cuestionando, responder honestamente dichas dudas y con ello liberar del todo el Tetris y hasta el Mii.
O frenéticamente acumular puntos y bienes materiales (esforzándose hasta donde dé el aferramiento, para no perder ni uno solo de los bienes); mostrar al prójimo que vas mejor en el juego por medio de coches, chavas/os, vestimenta, moda y lo que pueda más tarde ser hipotecado o reemplazado; indulgentemente pensar que te has liberado y que ahora es el momento hedonista de cultivar cualquier estimulación sensorial para ti: lo que sea que (creas que ) te guste para cualquiera de los cinco sentidos, y hasta para la mente: lo que te mantenga apaciguado y tranquilito; y naturalmente, cualquier tipo de reconocimiento público, aplauso, reflector y dignificación social.
En ocasiones pareciera que somos un puñado de autómatas arropados por la insatisfacción en busca de algo que ni siquiera se tiene claro. Y cuando se tiene claro, no se sabe cómo. Y cuando se sabe cómo, no se sabe con quién. Y cuando se sabe con quién, no se sabe por qué. Y cuando se sabe por qué, no se sabe para qué. Y cuando por fin se sabe para qué, ya se olvidó ese algo que íbamos a llevar a cabo, y… mejor le prendemos a la tele para olvidar tan penoso incidente.
No es necesaria una tragedia para ponderar ángulos, rutas, decisiones y omisiones. Y tampoco se es demasiado tarde. Basta encarar aquello que más trabajo cuesta: uno mismo y la horda de miedos, apegos, inseguridades y tiranías, para acceder a un nuevo estrato.
En el terreno del sentido común, basta dar cuenta del grado de profundidad y sentido que tiene lo que se hace diariamente, con cada evento de la vida diaria, para fundamentar y comprobar o desechar esto.
Reinventarse equivale a detener un auto que supera los 170 km/h en una carretera y preguntarle al conductor hacia dónde va, y que el chofer responda “No sé, pero voy de prisa”.
En una compleja red de problemas sociales, con nuevos y retadores asedios, una válvula genuina –que ha estado ahí todo el tiempo- es reinventarse. Con humor. Con pasión. Con profundidad y encuentro de ese significado del hecho. Con un cruce definitivo de la indolencia a la participación alerta del momento presente y sus consecuencias.
Uno se puede reinventar a diario. Basta remembrar las repercusiones de hacerlo o no. La naturaleza de la realidad es reinventarse a cada instante. ¿No será una pista?
(Lo que una hoja de papel bond puede hacer)
Reinventarse en un principio me suena a cambiar las piezas del tetris de lugar. No está nada mal, ya quisiera yo tener un amplio catálogo de reacciones para toda ocasión y no salir siempre con las mismas boberas. Construir con las piezas puentes, barcos, stupas. Pero sigue implicando un esfuerzo. Miro las piezas de mi espacio. La pregunta de cómo llegó esto a aquí parece fácil de responder a primera vista, me lo imputaron de chiquita, en mi familia no había opción, es una tendencia que empezó pequeñuela y se veía tan inocente. ¿Pero cuál es la verdadera causa de esta pieza? ¿La pieza del instante anterior? ¿Cómo pueden tener relación dos cosas que no son simultáneas? ¿Puede haber relación entre algo que existe y algo que ya no existe? ¿O todo se está reinventando aunque yo no me dé cuenta?
ResponderEliminarSaludos!
(ya sabes qué estaba impreso en mi hoja de papel bond)