Uno cree que de verdad cree cuando en el momento menos indicado se encuentra con un espejo (así de irreverente y gracioso) y el discurso del paladín se envuelve en oropel. La tersa bigamia del ojito torcido que guarda militarizada frontera con el arquetipo del insulto apenas sale del poro capilar de mi consecuente interlocutora.
Así fue como recordé que como temporal capitán de fragata solicité un ejercicio para desarrollar la musculatura de la conciencia en el gimnasio del espacio de la Mente. El Mind City.
-Dou you Mind?, me pregunté
- Sáaaa. Whatever, ya con boca suelta de canal 4 a las 3 de la mañana
El paladín del momento: los tres segundos de reconversión acudieron al llamado del Consejo General citado en pleno dentro de la Mente. Se decidió por unanimidad (y esta vez sin tomar la tribuna ni orinarse en las curules) ser congruentes y generar sentido al ejercicio. Tampoco sería una especie de "Whatever, you Moron..." Simplemente sonreí.
Se asienta el espacio de la Mente.
Se organiza el polvo en una línea bermeja que pudo haber sido la misma que ventilara el proyectil del ego al defender lo indefendible: una posición y no una conducción.
Conducción Amarilla.
Amarilla Mente.
Mente sonriente, al fin.
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