viernes, 24 de diciembre de 2010
Instrucciones para poner freno de mano al año
martes, 21 de diciembre de 2010
Instrucciones para grinchear con soltura
No es necesario escupirle al ponche ni activar la jeta más ponchada que tengas. Con ser almorzado por un tránsito vial que es ya una insignia permanente del gusto masoquista del ciudadano atrapado por los seasonalities, bastaría para refugiarte en cualquier excusa y quedarte a salvo en cualquier bastión de tranquilidad.
Pero a salvo no basta para entender un islote en el año que ha sido diseñado para cambiar de ciclo con un estricto apego al centro comercialvuelto tótem.
Probablemente se deba al reprobable hecho de no haber recibido el Castillo Grayskull claramente solicitado en la mentada carta, y de fondo escuchar las carcajadas del gordo rojo. O en una de esas, a tener que chutarte la plática política de los tíos borrachos y los reportes de inteligencia de las tías pretenciosas.
Lo cierto es que la temporada es realmente disfrutable si eres niño: te dan juguetes, viajes y vacaciones. De otro modo, padeces el tránsito, la turba de gente y la enrarecida y tensa atmósfera: por cmprar lo que le va a quedar y fingir que le gustó, por decidir si vas a casa de tus suegros o de tus padres, por proteger el aguinaldo de ojos ajenos para que sólo tus ojos lo vean materializado en tu nueva pantalla plana, en poner Disney face en la comida de la empresa y socialmente aceptar que no te burlarás de las ojeras ajenas, sólo porque las tuyas tienen ya una preocupante pero exótica coloración verdosa.
Otro ingrediente para rehuirle a esta fiesta son los villancicos. Cantarle a una estación puede ser pasable (sin la obligada duda en torno de una posible sanidad) pero no bajo las chillonas y melosas condiciones de lo que técnicamente se conoce como villancico.
Pero el punto crucial es que -siendo honestos- antier era todavía Septiembre (ése es el verdadero tiempo real) y pasadomañana será Febrero.
El tiempo se va entre las manos, no por una devastación de los recursos temporales, sino de los procesos de cpnciencia que derivan en saber estar alerta -no de una compulsiva compra navideña, sino de un refinamiento en los procesos de atención.
Con esta herramienta es con la que puede percibirse una temporada que no es otra cosa sino eso: una designación conceptual que aprehende y aprende que no hay días ni fechas absolutas, como tampoco nece(si)dad de volverse siervo de ellas, de una u otra forma.
sábado, 6 de noviembre de 2010
Instrucciones para no sentir frío
sábado, 30 de octubre de 2010
Instrucciones para replantear (casi) cualquier cosa
viernes, 22 de octubre de 2010
Instrucciones para recostarse en un diván
viernes, 15 de octubre de 2010
Instrucciones para encender un cigarro
sábado, 9 de octubre de 2010
Instrucciones para fruncir el ceño
Y pensar que nos empeñamos en tan sólo ser personas
-Tulku Ulgyen Rinpoché
Echad bronca los unos a los otros. Pareciera que este versículo opera como mandamiento exclusivo y es rector de la estructura de comportamiento ante cualquier situación en la que se pueda, fácil y generosamente, echar un poco de bronca.
Tal vez no sea materia de reflexión diaria mientras haces tus poderosos pilates, navegas en el tránsito o en internet, pero la bronca verdadera pudiera ser otra, la que tiene un curioso sustento generalizado y se llama desesperación.
Uno suele desesperarse por cualquier cosa. Difícilmente puedes quedarte quieto haciendo una fila, y buscas que aparezca una gaviota (sin ser Peña Nieto) en tu celular, o bien, le das rienda suelta a tu mente y su discurso.
Pero una desesperación aún más riesgosa es la que te orilla a prenderte y enojarte pensando que es natural o que te hará ver interesante. Lo cierto es que este enojo basado en la falta de la práctica de la paciencia tiene que ver con una deficiencia que proyecta una enorme inhabilidad de arreglar las cosas con madurez, ingenio y estilo.
Seguro que en cada quark con el que interactúas existen varias opciones, de las cuales, tú eres el único responsable. Por un lado, existe la posibilidad de montar en cólera, suponer y asumir que todo es personal, o mantener la más elegante postura y recurrir al principio (teórico) de nuestra especie: el ser que se da cuenta de que se está dando cuenta (homo sapiens sapiens).
Si lanzas bronca o no, es tu imperial predilección, sólo que habrás ignorado que en el poco advertido trazo del largo plazo, que somos un hilo conductor (sumamente predecible): cada acción y reacción generará una impresión que refuerza la familiaridad para ser reiterada la siguiente ocasión, incluso hasta con dejo de automatización y hasta gesto zombie: en automático te enojarás. ¿O no conoces a los “mecha corta”?
Y en lugar de hacer algo urgente al respecto, ¡se siguen enojando! Por ello, lo más viable para enojarte es practicarlo. Y no te enojes –por favor- si lees aquí un “no te enojes”.
No echar bronca parece tan difícil en un mundo donde todo es un complot en tu contra, desde el bache que calculó el trayecto de tu llanta, hasta que haya amanecido el día con dos grados centígrados más, o menos, a elegir. Todo puede ser objeto de tu ira: si bloquearon unas calles, si el político en turno soltó una flemática declaración, si no te salieron las cosas justo como lo tramabas…
Sin la menor pretensión samaritana, estas letras lo único que buscan es voltear a ver -estudiar si se quiere- un comportamiento condicionado por la reiteratividad y el abandono de la cualidad de ponderación, que es lo que finalmente nos erige en homos que saben que saben.
Por ello, por meloso que se lea, un extraordinario antídoto para evitar aglomerarte con dificultades y músculos tensos, radica en el espontáneo y simple acto de generar paciencia, sin que esto se vea como permitir que el mundo pase por encima. Es el acto voluntario de tomar perspectiva y evitar reacciones incendiarias que lo único que generarán es que se multiplique y acidule el problema.
Alguna vez le escuché a un profesor que los seres humanos somos máquinas de generar problemas. Y tal vez el problema mayúsculo, en sí mismo, es que nos impedimos de ser personas solucionadoras de éstos.
viernes, 24 de septiembre de 2010
Instrucciones para ponerle MUTE al mundo
viernes, 10 de septiembre de 2010
Instrucciones para matar a alguien
sábado, 31 de julio de 2010
Instrucciones para ser mojado por la lluvia
lunes, 19 de julio de 2010
Instrucciones para que un mal rayo te parta
viernes, 18 de junio de 2010
Instrucciones para hacerlo por primera vez.
sábado, 5 de junio de 2010
Instrucciones para volar y ser volado
viernes, 28 de mayo de 2010
Instrucciones para abrir una puerta
Las puertas son las que eligen. No el hombre.
-Borges
Cualquier hueco tiene puntos débiles.
Uno de ellos es la posibilidad de ser llenado y perder la condición de boquete que lo define como objeto. En ese estrato, rechinar sería tanto como gritar y de seguro exasperaría a todos los que no son padres primerizos, pero así es la naturaleza de la expresión rampante.
Abrir y cerrar como función de vida evoca más que un proceso altamente reiterativo, uno corresponsable con la realidad donde el ritmo del péndulo puede atesorar la imagen de lo que trato de explicar. Una que no para por estática que se muestre y que en su flujo guarda aperturas y condena cierres. Una que simplemente no se detiene, aunque así se conciba e interprete (e interpele).
No hay ritmo preciso para abrirla. Usualmente la confusión viene en qué diablos significa PULL y PUSH. Una dislexia poco oportuna que también abriga el momento de la vuelta a la derecha o la izquierda y obliga a poner en un checklist mental: “buscar unos Bubble Gummers”. Abrir y cerrar una puerta no es tan fácil como brutamente parece.
Para el caso de la puerta, abrir necesariamente conducirá a cerrar, por necios e intransigentes que ladremos. Nada más amable para con la ventisca de la puerta que ser ligeros con su efecto y comprenderlo así.
La glorieta del picaporte traduce la intención de este espejo distorsionado (aparentemente: ¿quién dice que no es así?) y gracias al mismo se cruza un umbral. Uno donde en principio parecieras trasladarte a otro sitio, siendo que ni ese otro sitio, ni éste son tal. ¿O de verdad son dos espacios sólo por capricho y designio de quien puso una puerta ahí en medio? De ahí que abrir una puerta pueda conducir a entender que la realidad va más allá de designar conceptualmente.
Las nociones que tenemos en torno hasta del abrir una puerta son pesadas y monolíticas, incuestionables hasta el pensamiento del absurdo. Pero si se olvida la interpretación ordinaria de uno mismo y del picaporte, seguramente habremos de experimentar una puerta dentro de esa puerta que hay enfrente y entonces sí, habremos de acceder.
En realidad tenemos muy pocas necesidades como especie. ¿Por qué volver tan complejo esto? De eso trataría tomar un picaporte (o leer una columna con instrucciones para leer esta columna), precisamente con todo el porte del mundo. De transformar una herramienta cotidiana en una trascendente. De saber que blandir la perilla y accionar una tabla puede o no llevarte a otro lugar, y eso depende enteramente de tu percepción, en donde está la verdadera y una de las más rígidas puertas.
Finalmente, una puerta parece delimitar y otorgar acceso. Su función es cercenar el espacio en un afán de privacidad y brindar entrada perentoria a aquellos que cuenten con una llave.
En realidad abrir esta puerta y este cruce, (o más bien: la ausencia de éstos) operan como un ejercicio para debilitar la realidad conceptual y traer apertura mental a este momento. O bien pueden seguir siendo abrir una ramplona puerta y hacer completo y omiso caso de esto y simplemente cruzar.