viernes, 30 de noviembre de 2007

Instrucciones para retirarse después de 11 años


Cuando en cascada la gente pregunta: "¿Por qué dejas de trabajar aquí?" y la respuesta es tan simple como grosera ("Pus porque quiero..."), vale más sonreír y encontrar en la ruta personal, el sendero profesional (y no viceversa).

De ese modo se dan las cosas.

Evitar aferrarse y transformar la escena en una que sea parte del mismo cambio y transformación.

Fluir.

Estar atento a cada momento que revisa el semblante y dedicar una arenga con soltura y clamor.

Pueden ser once años o dieciocho.

El tiempo igual se estira y se contrae.

Como una veloz película muda, saltan escenas, chispas y blackouts. "Uno no es su trabajo" pienso a modo de mantra, mientras entono la voz grave que merece el momento. "Ni tampoco muchas otras cosas..." me interrumpo cuando por fin tenía la escala para recitar.

¿Qué piensas que eres, que en realidad no? ¿Cuántos estigmas, tazos mentales y auto imputaciones celebras y hasta presumes?

Haz un recuento rápido de los últimos minutos, días o años.

Se reviven frecuencias, que deben ser observadas sin sujeción ni aferramiento.

Como una pluma de ave que cae: surge, mora y cesa. Justo como todo lo que podemos experimentar, observar con lo que nos hemos relacionado de un modo no precisamente higiénico.

Once años caben en un trozo de pluma de ave.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Instrucciones para repensar


Replantea el tema. Revisa el contexto. Recurre a la locura (toda locura tiene un método). Revuelve los consejos. Resume todo concepto. Revisa las consecuencias. Revive lo ocurrido.


Replantear la instrucción parecería tanto como oprimir pausa y en slow motion buscar el momento que indica el sustento anímico como para agregar el "re" sin temor a la sandinista represalia egoíca.


¿Qué otro regaño puede aparecer en este cuadrilátero, que el del apego a un momento bañado en chantilly y chispas multicolor digno de ser enmarcado por todo tipo de arquetipos?


La remembranza impide la claridad. Si bien la palabra "recordar" tiene que ver con la palabra corazón, el mismo corazón por medio de su diario accionar registra la función de la concentración en Justo-Este-Momento como elemento no negociable en este tránsito vital.


Tal vez por eso no se pueda repensar, sino recuperar. Especialmente tiempo.



Biography lends to death a new terror.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Instrucciones para ponerse un nombre de futbolista

Si uno está harto del tránsito en las calles, de la inseguridad, de las hormigas en los clósets y hasta de la sacudida repentina del NIkkei, lo más probable es que tal vez el nombre pueda salir como el próximo candidato a ser víctima del esfuerzo creativo para curar el ocio.
¿Qué otra cosa es el nombre, más que un apelativo que denota, un conjunto de letras unidas que aparantemente consuman (y conjuran) hechos factuales como el tránsito vital?
El nombre puede ser el que te venga en gana. Y por eso mismo, cuando llegue el importante e inigualable momento de ponerte nombre de futbolista, estira las neuronas como Superman elástico de antaño y prepárate para ser santo monarca atiburonado que vaya por la metrópoli repartiendo sonrisas.
Lo primero es encontrar el vacío en el ejercicio fragmentario de irle sólo a uno equipo. Puedes seguir yéndole al Imperial Santos Laguna, pero para que no te quedes con el estigma exclusivo de Daniel "El Hachita" Ludueña o de Walter "El Lorito" Jiménez, es aconsejable ver al conjunto de equipos como la unidad que dará pie a tener el nombre que siempre soñaste.
Ya que trascendiste el espíritu del "áaguileee", del tuzeee" o de "teecoloteee", entonces revisa minuciosamente lo afortunados que son varios de los jugadores de nuestra rotunda Primera División:

Cirilo Saucedo (Tigres)
Flavio Rogeiro (Tigres)
Fabián Alberto Cubero (Tigres)
Lucas Emanuel Ayala (Tigres)
Walter Gaitán (Tigres)
Jonathan de León (Tigres)
Franco Peppino (Veracruz)
Sindey Balderas (Veracruz)
Cesáreo Victorino (Veracruz)
Irenio Soares (Veracruz)
Carlos Cariño (Veracruz)
Andony Hernández (Veracruz)
Rodrigo Gasperín (Veracruz)
Leobardo López (Pachuca)
Marvin Cabrera (Pachuca)
Fausto Pinto (Pachuca)
Paul Nicolás Aguilar (Pachuca)
Braulio Godínez (Pachuca)
Willy Guerrero (Pachuca)
Andrés Chitiva (Pachuca)
Edwin Santibáñez (Pachuca)
Raúl Ascensión Martínez (Pachuca)
Edy Germán Brambila (Pachuca)
Luis Gabriel Rey (Pachuca)
Víctor Omán Mañón (Pachuca)
Alfredo Frausto (San Luis)
Oscar Mascorro (San Luis)
Alfredo González Tahuilán (San Luis)
Michael Orozco (San Luis)
Braulio Luna (San Luis)
Malher Tressor Moreno (San Luis)
Víctor Piríz (San Luis)
Milton Michell Aguilar (América)
Duilio Davino (América)
Lucas Martín Castromán (América)
Alvin Mendoza (América)
Yosgart Gutiérrez (Cruz Azul)
Joel Huiqui (Cruz Azul)
Denis Caniza (Cruz Azul)
Richard Nuñez (Cruz Azul)
Jared Borgetti (Cruz Azul)
Gabino Alberto Velasco (Cruz Azul)
Clemente Ovalle (Atlante)
Alain Nkong (Atlante)
Prudencio Vargas (Atlante)
Andrés Carevic (Atlante)
Gil Enríquez (Atlante)
Giancarlo Maldonado (Atlante)
Edwin Borboa (Atlante)
Severo Meza (Monterrey)
Pierre Ibarra (Monterrey)
Paulo Serafín (Monterrey)
Felipe Baloy (Monterrey)
Walter Erviti (Monterrey)
William Paredes (Monterrey)
Irving Rubirosa (Monterrey)
Rodolfo Basilio del Real (Monterrey)
Wilson Tiago Mathias (Morelia)
Wanderson da Silva (Morelia)
Gabriel Choy González (Morelia)
Odín Patiño (Pumas)
Darío Verón (Pumas)
Jehú Chiapas (Pumas)
Sinhué Daniel Jaramillo (Pumas)
Leandro Augusto (Pumas)
Rubens Sambueza (Pumas)
Alex Diego (Pumas)
Pablo Bonells (Pumas)
Diego Colotto (Atlas)
Jesús Arturo Paganoni (Atlas)
Bruno Marioni (Atlas)
Aarón Padilla (Atlas)
Lucas Barrios (Atlas)
Osvaldo Lucas (Jaguares)
Melvin Brown (Jaguares)
Gabriel Palmeros (Jaguares)
Edoardo Issella D´Gómez (Jaguares)
Lenilson Batista (Jaguares)
Miguel Gómez Palapa (Jaguares)
Pablo Quatrocchi (Necaxa)
Emilio Hassan Viades (Necaxa)
Marvin de la Cruz (Necaxa)
Omar Jair Maldonado (Necaxa)
Oscar Uriel Zea (Necaxa)
Fabiano Pereira (Necaxa)
Everaldo Barbosa (Necaxa)
Marinho Ledesma (Necaxa)
Hugo Rodallega (Necaxa)
Martín Edwin García (Necaxa)
Walter Allberto Pérez (Tecos)
Nelson Alejandro Pinto (Tecos)
Said Godínez (Tecos)
Mauro Cejas (Tecos)
Pablo Metlich (Tecos)
Hugo Droguett (Tecos)
Eder Mishel Urieta (Tecos)
Emerson Lomelí (Tecos)
Elgabry Rangel (Tecos)
Eduardo Lillingston (Tecos)
Zaid Gamaliel López (Tecos)
Hernán Cristante (Toluca)
Paulo Da Silva (Toluca)
Sergio Amaury Ponce (Toluca)
Isaac Cherem (Toluca)
Alfredo Talavera (Chivas)
Liborio Vicente Sánchez (Chivas)
Jonny Magallón (Chivas)
Max Pérez (Chivas)
Walter Vilchez (Puebla)
Nazario Flores (Puebla)
Jorge Damián Zamogilny (Puebla)
Mateo Figoli (Puebla)
Pablo Aja (Puebla)
Johnny García (Santos)
Osmar Mares (Santos)
Walter Jiménez (Santos)
Daniel Emmanuel Ludueña (Santos)
Sonny Guadarrama (Santos)
Oribe Peralta (Santos)
Vicente Matías Vuoso (Santos)

Estos son sólo unos cuantos ejemplos de valientes próceres que han dejado todo en la cancha y en el santoral para otorgarnos un momento de lucidez e iniciar nuestro lúdico ejercicio.
Debemos tomar un nombre al azar, por ejemplo: William
Posteriormente tomemos un segundo nombre: Tressor
Ahora entrega tu propio apellido al ejercicio:
Por último, elige dos apellidos de esta florida canasta : Guadarrama Gasperín

Ahí tienes tu primer nombre completo de soldado de la Primera División. En una próxima entrega se mejorará este nivel accediando a la Primera División A y a los apodos de estos sultanes del balón.
Realiza tantas combinaciones como te sea posible y descifra la heráldica (y hermenéutica) del nuevo nombre.
Cámbiatelo dos veces al día (así te aseas la mente) y compáralo con jugadores brasileiros, panameños y otomanos. La pasión del futbol no tiene por qué circunscribirse nada más a las venas.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Instrucciones para quitarte los lentes


Lo primero es querer dejar de ver como acostumbras hacerlo. Sin querer necesariamente perder definición (hoy hasta el plasma fibrila por este concepto) vale el movimiento para descansar la vista y aprender a parpadear. Si por alguna razón no eres orgulloso portador de lentes, puedes saltarte este instructivo, o hacer de cuenta que tienes lentes.


Toma fijamente las patas de un sólo lado (recuerda: hemisferio izquierdo racional, hemisferio derecho creativo), justo como no lo recomiendan los optometristas. Evita parpadear durante esta operación para que disfrutes cómo la realidad es pusilánime y blandengue con un sólo cristalito de por medio.


Siente tu nariz liberada por Willy y retira por completo el armazón.


Un armazón sustenta la idea de protección acorazada. En este caso estaremos liberando la Normandía de nuestra predilección. Se sugiere reconocer que uno es verdaderaMente libre, cuando aprende que el mundo no es como aparece.


Al dejar los lentes en cualquier superficie, reclínate y parpadea como Milhouse.


Saborea el no-ver.

jueves, 16 de agosto de 2007

Instrucciones para evitar lloriquearle a un iPod




Imagino el proceso fabril por medio del cual se compone (conceptualmente) un iPod. Ahí es precisamente donde los empleados de la blanca manzana tienen la luminosa oportunidad de comprender la interdependencia y el Vacío. Sabiendo que iPod se compone de partes, y sus partes de otras partes...

En el quirófano donde el iPod que me robaron fue gestado (seguramente vía cesárea) debió haber tenido un aroma a madera. Aguantó todo tipo de golpes (personales y teledirigidos, ocasionales y colectivos). Cuando pienso en el proceso de transporte, de cómo ese iPod viajaba con su empaque negro y la sonrisa pirata (en más de un sentido) de Johny Depp, veo claramente cómo en su pantalla podría haber algo más que el reflejo de la obscuridad estertora del empaque y esa melosa capacidad para ser empacado en blisters que sólo Neil Armstrong pudo imaginar.

El acecho al almacén era como el cunero natural y caluroso. Perdía la garantía si perdía también alza en el precio por comprarlo en Indianápolis. Fair enough. Una cubierta de hule estilizado que no debería costar más de unos pícaros centavos de dólar salió en USD $27. (ahí fue donde se equilibró el deal y tal vez desde ahí se gestaba el complot: dejar que cargara lenta y estudiadamente el inocente aparato para que cuando el momento fuera dictado, regresara a manos de una potestad aún desconocida.

Cuando lo liberé del Pirata del Caribe y lo conecté a la música previamente instalada en la computadora, fue como inventar el proceso de alimento en una placenta, y al ver que se prendía su pantallita, imaginar sus primeras palabras.

El resto fue solaz.

Inventé ingeniosos nombres para playlists dignos de ser tocados en ocasiones emocionalmente paradigmáticas: "Música para apagar la luz y ver qué pasa", "Música para patear perritos totalmente desnudo a la luz pública", "Música para recordar que Justo-Este-Momento se compone de ESO", "Música para abrir las puertas del bule de par en par", "Música para treparle al estéreo en la troca durante el trayecto de Piedras Negras a Nogales"...
Cada estado anímico tenía su playlist. El chiste era dejarse tocar por una emoción y no por una elección. Si es cierto que la música es un proceso de reconvención del instante a costa de seguir siendo un surgimiento dependiente, la música dentro del iPod no fungía más que como un testigo del día.


Tenía suficientes motivos -como todo aquel que cree poseer un iPod- para pensar que ese, justo ESE, era único e irrepetible. Las conferencias de Dharma fueron lo que en un principio pudo haber dolido, pero consecuente al tema preciso que al menos quien tenga el aparato en sus manos, tenga a bien picarle play y husmear lo suficiente, antes de borrar la memoria del ahora adoptado aparato, ahora lúcido reflejo de la impermanencia misma.


martes, 31 de julio de 2007

Instrucciones para brincar en una cuerda floja

La cuerda floa lo es, por evitar salir de su zona de confort.
Una cuerda floja evita levantarse junto su dueño (el mejor postor) y unirse al alarido que conviene al usufructo.
Una cuerda floja es floja por no ser causa cooperativa en el trànsito de su amable transeúnte en turno.

Cuando tensas la calma y la cuerda, pareces ver dos cuerdas uniéndose lentamente y dos calmas disuadiéndose rápidamente. Por eso el primer paso es saber que no hay cuerda. Si no hay cuerda, tampoco hay caída, mucho menos llegada (abajo o al otro lado del poste).

Ya que tomaste esa previsión, lo mejor es ver rápidamente hacia abajo (imposible no hacerlo): colores retumban y miriadas de albinos pumas convertidos en túneles benefactores de la histeria se manosean el rostro para ser el primero en invitarte a su espacio (myspace).

La condición de haber visto lo que hay abajo es no volver a verlo. Ya lo conoces, y no se desea lo que no se conoce. Con la instrucción de saberse apetitoso del momento, cada paso es un sahumerio y tú la esencia.

Con cítrico humor conserva el punto de unión con la cuerda comparsa y registra la mitad del terreno como un ecuador o un ombligo de la Luna. Ya ahí, es hora de voltear hacia arriba. Extiende las alas, brinca y pregona la no-cuerda. Siente cómo haces levantar temprano a la cuerda, como le das sus Corn Flakes y la despellejas empezando por el arquetipo que tiene de sí. Desaforadamente gritarlo todo. Empujar la inercia al lado contrario y desnudarse ahí, en esa no-cuerda. Seguir gritando si caes o si te elevas, pero hacerlo y saber que la otra mitad es cuestión sólo de tiempo.

jueves, 12 de julio de 2007

Instrucciones para seguir creyendo que esto existe tal como aparece.



Un solo paso basta para confirmar que dada la identidad con la que has intimado los años que tienes (o que crees tener), se vuelve máxima e irrefutable autoridad.

Entra a un centro comercial. Trata de ser inmune. Pero verdadera y legítimamente inmune. Hemos estado acostumbrados a crecer y creer que somos el cuerpo que habitamos, y de ese modo dejamos de lado por lo menos una mitad de oportunidades que tendríamos para desarrollarnos como civilización.

¿En qué se te va el dinero?

¿En qué se te va la energía?

Habría que identificar muy bien esto y ver que el fitness way of life, como lo más anticuado y out tienen una pieza clave en común: son imputaciones que hacemos. Artificiales. Condicionadas. De otro modo, nos la creemos todita, y ni siquiera reparamos en esto, y compramos lo más inútil, roto y de mal gusto, si es preciso; estridente o francamente ridículo, si está de moda; cuando lo único evidente es que perpetuamos los acondicionamientos compulsivos que nos vuelven aún más ciegos ante el hecho de que no somos nuestro cuerpo, menos aún lo que te pones o lo que te quitas.

Ajá. ¿En busca de qué?

Por supuesto, de elementos que a la larga aporten felicidad. Pero erróneamente crees que existen o se nos prometen en el concilio social, cuando están exclusivamente en uno.

¿Eres presa de qué compulsiones?

lunes, 9 de julio de 2007

Instrucciones para pretender enviar todo al diablo



What the heck?

Estas tres palabras lanzan una encomienda bien centrada en su orografía lacustre, donde en lugar de pozo de los deseos, se extiende un insensato rescoldo al momento álgido.


Si lo que se pretende es hacer trizas una expectativa, cualquier detonador es viable. La expectativa es la antesala de la decepción. Por eso practícala cada vez que desees esto.


Si sólo se trata de un arrebato como quererte lanzar de un octavo piso por un choque de trenes emocional, tal vez baste con estirar el tiempo, cortar la lengua y comportarse como un pedazo de madera (soy un pedazo de madera, soy unpedazo de madera, soy un pedazo de madera...). Así no habrá salvas que rescatar no rescates que salvar.


Ahora que puede que se trate de limar un comentario mal aplicado. Aquí la situación es quirúrgica. Por eso valdría más la pena ser un gran pedazo de madera. Si por los grados Kelvin no se aguantan las ganas de decir (así sea en bajito y balbuceadito) lo que se tiene que decir, entonces habrá que procurar que sea algo de lo que sabes, deberás hacerte responsable y pararte derechito.


Si de todas estas, además recreas un intro mix que genere entropía humana y parezcas antropófago, entonces -en una de esas- quizás sí puedas ser malabar de octavo piso, o empezar a recordar que todo lo que haces, todo lo que dices y todo lo que piensas genera consecuencias.

viernes, 1 de junio de 2007

Just Jamming II

¿Qué es lo más luminoso que guardas dentro de ti? ¿Es permanente o impermanente? ¿Es absoluto o está compuesto de partes? ¿Y el resto de la realidad no es precisamente así?





¿Y si dejáramos de querer tener razón todo el tiempo y comenzáramos a aprender a vivir y a ser simplemente felices?





¿Qué pasaría si se pusiera de moda dejar de estar de moda?





Hay veces que sospecho que el llanto no tapa el decoro del rostro, por el contrario, lo clarifica.












jueves, 31 de mayo de 2007

Instrucciones para evitar sentirse mal cuando se está solo



Haciendo a un lado los motivos, vale la pena explorar si el hecho de estar solo genera por sí mismo un estado de ansiedad, de pánico o de tristeza porque no hay alguien más en la habitación, porque no hay con quien compartir el Dr. Pepper, o porque somos tan egoístas que ni siquiera soportamos la idea de no tener alguien a nuestra merced emocional para golpetearlo con nuestras displisencias.

Hay de soledades a soledades. Por inicio habrá que comprender que soledad no es solitud. Soledad es el estado en que se está solo acompañado de uno mismo. Solitud no. Llegada la solitud, la desesperación cunde por el descobijo nervioso que genera la incertidumbre o la desazón, la febril ansiedad o la preferencia de tener alguien -quien sea- cerca-. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con qué consecuencias?

¿Cuándo es cuando se está más solo?
¿Cuándo uno puede decir que verdaderamente se quedó solo?
Curiosamente, al inicio y al final de la vida: un momento después del nacimiento y otro momento posterior a la muerte.

No sólo subsiste la idea de la permanencia de los elementos que rodean nuestra experiencia vital, sino que se ha vuelto una demanda cotidiana. Esto se vuelve paradigmáticamente doloroso por ir en contra de la naturaleza cambiante de la realidad. De ahí que una primera estrategia sea el evitar la confusión del aferramiento. Pero hasta la médula. O viéndolo de otro modo, ¿qué te podrías llevar en tu transición de muerte? ¿Y te lo vas a poder llevar?

Desgraciada y constantemente confundimos propiedades y cualiades que en los objetos percibimos y creemos que como aparecen a nuestros limitados sentidos, existen. Esto hace imaginarlos estables y definitivos, con propiedades inherentes y que transmiten cualidades definitivas a los poseedores de ellos.

De ahí brinca la segunda estrategia: busca la Mente no conceptual. Tremendo salto, el volverse un Nampa, alguien que ha dejado de verse distraído por la percepción sensorial externa.

Así sobrevendría la aceptación experimental de la naturaleza impermanente de la realidad, tanto fenoménica, como del mismo percepctor. Se acepta y se vive el cambio.

Al morir, se desorganiza el cuerpo. Con ello la autoimagen. Pregunta: ¿Cuánta energía y tiempo dedicamos diariamente al cultivo de estas materias? ¿A qué es conducente?


Si bien estamos repletos de desequilibrios cognitivos, emocionales y de atención, tenemos la capacidad de cobrar conciencia de Justo-Este-Momento y evitar la suposición de que la existencia que tenemos es supremamente valiosa y al hacer eso, olvidamos su rareza y la impecable posibilidad de aprovechar el tiempo. ¿Te has puesto a pensar que es posible que tal vez no vayas a despertar o a regresar, o que las personas que te rodean y que quieres son igualmente frágiles?

La Kika me platicaba de una persona que por ingesta de mariscos en mal estado, le vino un paro cardiaco y está actualmente en coma.

La pregunta entonces que hacemos al Hades: ¿Cuándo sucederá?
Pronto.
¿Y qué es pronto?
De este instante al momento de tu muerte la vida pasará como un relámpago.

Y pensar que en ocasiones se escucha a personas balbucear: "Voy a matar tiempo..."
¡¡¡Con una fregada, es lo único que no tienes!!!

...

Si la muerte sorprende, bien vale el viaje aprovecharla y abrazarla con naturalidad. Se escribe sencillo por el mismo instinto de aferramiento que tenemos a la vida misma, pero si lo ves incluso en términos prácticos, es ser sensible a la ocasión y actuar en consecuencia.

La muerte, entonces, es una gran oportunidad, genera una mecánica intuición con la conciencia.
Puedes ahí reconocer la naturaleza ilusoria de la realidad con la que conviviste durante una vida. Justo como la de un sueño. ¿Cómo se ve el sueño? Al principio es ténue y sabes que es un sueñoo. En medio del mismo es completamente real y mientras te persigue el perro azul con tres cabezas, no reparas a recordar si es un sueño o no y... ¡corres!


Entonces, queda fundamentado que somos obsesivos en lo que tenemos fuera, cuando debemos aprender a estar, y solos. No hay por qué sentirse desamparado. Hoy usualmente se interpreta esto como una pena, más allá de una virtud. Me gusta estar solo, porue lo disfruto, porque estoy reconciliado conmigo mismo, porque hay una proporción significativa de mí que me gusta, que respeto, de la cual aprendo y con la cual convivo.

La muerte nos enfrenta a esta realidad contundente de la soledad: te vas a morir solo. Ni hablar.

Hemos muerto ya muchísimas veces y al parecer no hemos aprendido nada. Cada vez con igual apego o en piloto automático. Mueres y naces en blanco. Habrá que aplaudirle a la memoria de corto plazo y al discursivo acondicionamiento cotidiano que nos entrena a vivir y a morir de ese modo. Familiarizarnos con la muerte ayuda a evitar esta continuidad y valorar por ende la vida.

Ojalá diario fuera la primera vez.
De eso depende la educación de la conciencia.

Pero si quieres haz de cuenta que no leíste esto, que leíste algo estúpido que tenía como tema la muerte y los perros amarillos de cinco cabezas, o que por primera vez tienes interés en vincularte con el hecho factual de que estar solo puede generar un vínculo para desarrollar la conciencia y con esto lograr la comprensión del proceso del vivir... y del morir.

martes, 15 de mayo de 2007

De los poros profiero cuerdas

De los poros profiero cuerdas.

Hoy mi sudor no es líquido. Son agujetas consistentes que de algún predestinado modo salen a presión por todo el cuerpo y buscan cualquier objeto como excusa para amarrarse fuerte y hacerme quedar en medio de una especie de telaraña, misma que desde atrás, algún objeto que no busco comprender, me estira hacia su lado tan intensamente y a modo de catapulta, que cuando me suelta se rompen las agujetas-sudor y vuelo por el aire.

Diviso la torre de Pemex y respiro un aire no tan contaminado que el que está allá abajo. Encuentro al tránsito divertido y hasta ilógico. La ciudad se VE más graciosa dede arriba. Volteo a la izquierda y encuentro aviones en sentido contrario.

La izquierda: aves con ojos de humano que ven un pájaro trajeado y esperando el siga. Los cachetes se sienten cortados por el aire que deja como testigo la ruta de este vuelo providencial. Noto que desciendo y ninguna sobrecargo me ha pedido que enderece el sillón y que deje de estar baboseando.

Destapo la TAPO con la vista y de un tumbo estoy aquí contigo, para darte un beso.

jueves, 10 de mayo de 2007

Just Jamming...

No hay evidencia empírica de la existencia de los fenomenos externos. Es una presuposición innecesaria.

¿Te duele? Se trata de la tendencia a imputar permanencia en lo fugitivo y efímero.

Fotoquimera

(desgraciadamente) La vida es aquello que pasa mientras estás obsesionado u ocupado.

Fotoquimera

Busca la Mente no conceptual. Hazlo a diario.


Imagina ser alguien que ha dejado de verse distraído por la percepción sensorial externa...

La aceptación tal cual (y no conceptual) de la naturaleza impermanente de la realidad, tanto en el mundo externo como dento de uno, debería ser la primera lección en Kinder

Cómo (jijos) justificas tu existencia ante el mundo (y ante el poder manifiesto de tu conciencia)



¿Qué es lo más obscuro que guardas dentro de ti? ¿Es permanente o impermanente? ¿Es absoluto o está compuesto de partes? ¿Y el resto de la realidad no es precisamente así?



¿En qué has depositado tu energía los últimos meses? ¿Dónde es el último, pero más probable lugar al que vaya a parar? ¿Vale la pena tal inversión?






jueves, 3 de mayo de 2007

Instrucciones para sobrellevar los mocos

Para nadie es nuevo que el natural producto de liberar energía en un poblado como Las Vegas, deba (tenga que) desembocar en una feroz gripa.

Para aquellos que gustamos de fijarnos en detalles como la respiración, el milimetraje en el corte del cuerpo (imagino a la brusca señorita de Superama preguntando cómo desearemos el cuerpo cortado... bien finito o en gruesas rebanadas) pasa a segunda tarima. Ni hablar de la alquimia que uno recibe por todos los conocidos de conocidos: tres cucharas de miel, sal con vinagre, mucho limón, gárgaras de yerbabuena, ungüentos de raíces exóticas... más los de cajón, un antigripal y un antibacteriano.

En el arte de dejar hacer, dejar pasar, la rinorrea, conocida en el cuadrilátero como mocos, efectivamente muda tanto génerocomo número conforme avanza el cuadro. Las noches son el mejor albergue para que el tsunami de mocos atente contra las quietas e indefensas bahías de tus fosas nasales.

Evidentemente, no habría mejor instrucción que abrir el opérculo bucofaringeo y respirar por ahí. Sin embargo, esto no atiende a los amigos en cuestion, los ineludibles y escamosos mocos.

¿Por qué la gente le rehúye tanto a los mocos?

Mi novia y yo estamos pensando en levantar una corporación que dedique su esfuerzo fabril en reprocesar mocos y utilizarlos en algo. Aún no decidimos si puede ser en pegamento que de veras pegue de locura, en tintes para el cabello o papas de Mc Donald´s.

Los mocos finalmente son ingredientes reprocesados de insumos que alguna vez ingerimos por voluntad propia. Dicho de otro modo, a lo que tememos y de lo que nos asqueamos es de nosotros mismos, y de lo que producimos. (Como es el caso de los cabellos. Uno acaricia y hasta besa el cabello siempre y cuando esté firmemente adherido al respectivo folículo piloso. Si por casualidad, éste mismo se ve retirado de su lugar de origen y cae en un plato, el rifirafe se arma con sonoridad que recuerda alguien que se suena los mocos)

Para sobrellevar una buena nariz tapada, independiente de los artilugios vistos o no en la tv, no hay como detenerse a contemplar los mocos como un proceso propio, natural, merecido y además, disfrutable. Como uno es resultado de causas, los mocos mismso son resultados de verdes causas. Por eso cuando uno maldice todo gangoso aquello que cercenó su fosita nasal, maldice también, una parte de sí.

No hay como la paciencia. Imagina que nadas o navegas por ese pantano de mocos. Por un lado le pierdes el miedo y los abrazas como tuyos. La palabra "moco" dejará de incomodarte al grado de querer nombrar así a tu primogénito (y no tan sólo gritarle "mocoso").

Además encontrarás que si le pierdes el miedo a tus mocos, te estarás perdiendo miedo a ti.

Suena buen negocio, ¿no?
Benditos mocos.

martes, 3 de abril de 2007

Instrucciones para despertar viendo al noroeste



Cuando la manifestación de la aguja imantada cubre el más dócil poro, puede fermentarse el deseo de despertar y hasta dormir dirigido a un punto cardinal.

Para llevar esta tarea a cabo basta con enfocar la atención antes de dormir en la aguja imantándose. Tal vez concebir una mano gigante que sacuda una y otra vez la aguja, en este caso, personificada por uno mismo.

Nada será más divertido que volverse contralmirante o teniente de su propia fragata por las noches. Dirigir un batallón. Escribir en la bitácora que no sabe si se sueña o no. Si es Trafalgar o el Peloponeso.

Algo así como un exilio de Tucídides...

La cama debe tener un espacio decoroso para nutrir el timón y mástil. De lo contrario el viaje será poco aleccionador. Es importante, por lo mismo, ponerse dignamente el uniforme de la embarcación cada noche y elocuentemente salir a altamar.

No se hablará aquí del periplo porque no atañe a estas instrucciones. Lo realmente importante (ajá) es saber llegar a buen puerto.

Resulta anecdótico que la velocidad de una embarcación se mida en nudos. Así, 100 nudos son 180 km por hora. Cuando uno avisa la peculiaridad de un nudo en una cuerda (o peor aún, en la garganta), es porque un obstáculo que imposibilita el libre flujo detiene o impide la circulación.

Entonces es un tema el advertir la velocidad como un impedimento. En la noche, cuando salgas a navegar, es preciso olvidar velocidad y nudos. Simplemente observar el espacio de la embarcación y su libre desempeño en altamar, faculta la posibilidad de observar su dirección.

Cuando se acerca al muelle, hay que ver al punto cardinal favorito, tal y como quieres tocar tierra, para evitar una discusión entre la tripulación.

Por último, al bajar de la nave, recuerda que el hecho de navegar cada noche permite elegir el noroeste o cualquier punto en el cuadro. Pero el hecho de tener buena mar, esa prerrogativa es única para aquel que llamamos terrestre.

Instrucciones para esperar a su novia mientras se arregla



Habría que investigar primariamente el hecho del desarreglo para evacuar cualquier idea poseída de fanatismo al color o al activismo esteticista. En cualquiera de los casos, al tratarse de una mujer, este punto da exactamente igual.

Como en varias instrucciones de este esfuerzo prodigiosamente inútil, lo primero es partir del concepto y acción de la paciencia.

Salude a su novia. Evidencie soltura y cadencia. Ni por asomo pregunte si falta algún pícaro porcentaje en su arreglo. Cuando sea conducido a la sala (de espera), como todo buen "paciente", siéntese generando armonía con el ecosistema: estará ahí un buen rato.

Puede usted jugar a encontrar divertidas y cubistas figuras en el techo de tirol, o mejor aún, ubicar en tres segundos las figuritas de la mesa para luego cerrar los ojos y recapitularlas de memoria.

Si esto no le parece lo suficientemente nerd, no se darán aquí más ideas en esa tesitura, por lo que se recomienda enfáticamente cambiar de blog.

Puede imaginar un momento antes o uno después en las fotos que tenga a su alcance o imaginar cómo se ponen los cumpleaños más feroces justo en el sillón que ahora ocupa su amistosa biomasa.

Mientras todo esto pasa, y si no ha salido el perrito o algún familiar a distraerlo de su actividad francamente contemplativa, podrá escuchar los pasos con tacón, el cerrar del clóset, el abrir de la llave del baño o el apagar de la tele.
Pareciera que ahí viene.
¿O se le habrá olvidado el lipstick con algún extraño pantone en la bolsa que no recuerda si está en la cocina, en el coche, o si de verdad existe dicha bolsa?

Instrucciones para ser ligero



Si por alguna insospechada razón uno se está atreviendo a tomar en serio este viaje como este blog, vale el periplo para abducirlo y entrenarlo en la no sofisticada idea de ser tan seria como esta broma.

Dicho entrenamiento inicia con reírse de uno al (y del) espejo. Ya se ha abordado el referente del espejo y su calidad histriónica. Sin embargo, el ejercicio es prudente al advertir que ni siquiera el autoregistro es relevante o serio.

El siguiente paso es observar el peor de los problemas como la mejor de las situaciones. Cuando las ubicas en el un layer contiguo y aplicas sabiamente transparencias, notarás que en el fondo, como en la superficie, son lo mismo. Sabrás entonces que los hechos son siempre vacíos, toman la forma y relevancia que tú quieras asignarles.

Otra estrategia es ver estos layers como no definitivos: como lo que son: transitorios. Cuando das cuenta que todo está en constante movimiento y dicha dinamia no sólo no ofende, sino que es una característica no tangencial del cuento, entonces lo último en lo que piensas es en quedarte estático ni esperar que lo que te rodea se quede estático.

Finalmente advierte que somos flujo de conciencia. Esta capacidad de simplemente advertir y darse cuenta insinúa la verdadera y exclusiva importancia en todo este show.

Si hay inconciencia, si no sabes por qué hiciste, dijiste o pensaste algo, pero lo hiciste, entonces ahí hay una bandera para investigar.

En cualquiera de los casos, tomarse en serio un evento parece ser lo más parecido a olvidar que esto es lo más parecido a un reality en el que uno es actor, productor, camarógrafo, guionista, continuista, titulador, público y censura.

viernes, 30 de marzo de 2007

Instrucciones para recibir una mentada

Tranquilo. A todos tarde o temprano nos llega la hora. Uno en cualquier momento es perfecto candidato (aprobado por cualquier norma, organismo o asociación) para una buena, sincera, rigurosa y efectiva mentada.

Sin embargo, el proceso correcto de recibir la mentada en cuestión (como cualquier cosa, la verdad), es ubicarla como hueca, es decir, carente de identidad insulsa. De este modo pasará como un adagio ante oídos y ojos. O sea, no insultará por ser una seña o palabras que carecen de propiedades intrínsecas.

Una vez vacunado, se procede a abrir el regalito. Con cuidado se quita el moño y se analiza lo que el emisor espetó: Si por “chingar” uno comprende el acto de molestar la paz y la tranquilidad (de su tutora), puede estar perdiendo elementos adyacentes como el robar diestra y conspicuamente, o en otro de los caos, atacar sexualmente… Al decir “un chingo” se habla de muchísimos, aunque igualmente se le conoce en terreno apache como “un madral”, extraña referencia a muchas mamás. Al decir que eres un “hijo de la chingada” la referencia más próxima es que una mujer que fue asediada sexualmente tuvo un hijo, el cual orgullosamente personificas tú. De ahí la connotación sexual del “Te chingué”, que es algo así como “te gané”. Pero cuando avisas que “estás chingado” es porque te fregaste o te metiste en un problema de difícil salida. Diferente al “estoy en chinga”, que apunta al tener imperativa prisa. Y si dices que estás “de la chingada” es porque no lo estás pasando precisamente bomba. Pero un chingón es un pelado que se luce con el reconocimiento público, o algo poseedor de características de bondad o deseo para otros. Si de chingadazos, hablamos entonces tenemos golpes, mismos que se acercan a esta genealogía con el apelativo de “madrazos”. Poner una chinga es fastidiar sobre fastidiar o regañar. Alguien Chingaquedito es el que fastidia en pequeñas, pero nutridas raciones. Decir “¡Chíngale!” es algo así como “¡Apúrale!”.

La Real Academia lo aborda como sigue:
Del caló čingarár, pelear.
1. Importunar, molestar.
2. Practicar el coito.
3. Beber con frecuencia vino o licores.
4. Cortar el rabo a un animal.
5. Salpicar.
6. Tintinar.
7. Colgar disparejamente el orillo de una prenda.
8. Embriagarse.
9. No acertar, fracasar, frustrarse, fallar.

Tal vez algunas acepciones se acercan más al uso coloquial que se le otorga. Sin embargo, el hecho de intimar esta palabra con la figura materna podría sonar perturbador, por ser ésta, según tradiciones occidentales arraigadas, lo más preciado y encariñado.

En cualquiera de los casos, si una mentada (nombrar, mencionar, citar) busca insultar por medio de sugerir que tengas relaciones sexuales con tu madre, lo más indicado sería la sorpresa y a lo mucho la consecuente respuesta “¡No, gracias!”.

En esencia, cualquier insulto es por sí mismo vacío. ¿En dónde guarda entonces su parte que logra insultar y herir? Habría que hacer cortes transversales de las palabras para ver si en caso de retirar una letra o una entonación, el poder del insulto baja, se nulifica o permanece. Si éste fuera el caso, entonces efectivamente la palabra por sí misma insultaría, pero después de ver todos los casos del uso de la palabra, más los que revisa Octavio Paz en el Laberinto de la Soledad, confirman que la Mente se insulta porque así lo desea.

Léase, no hay más instrucciones más que desactivar cualquier mentada observando esto, o activarla observando también esto.

jueves, 29 de marzo de 2007

Instrucciones para verse al espejo



El encanto de las utopías en una superficie aparentemente reflejante ha vuelto problemática la realidad cotidiana desde que pensamos que la autoimagen sería la portadora de distinción, identidad y baños de vapor mentales.


Para poder verse al espejo con propiedad uno requiere ser diestro en el arte de mover rápido los globos oculares. No tiene todo el día para fisgonearse cada pliegue: finalmente, uno ya debería saber lo que va a ver. El efecto scanning imperativo. No se detenga en microáreas que de verdad no tienen importancia, o que sabe que están dadas por perdidas. Mejor balancéese sobre su mejor eje, ponga cara astuta (especialmente si es uno de esos prácticos elevadores con espejos), y haga de cuenta que no es usted quien se está escudriñando sus más transparentes regiones.


Puede seguir la metodología de hacer de cuenta que este-cuerpo-no-es-mío (deberíamos hacer esto todo el tiempo) y sacar el colmillo como lo saca con el contigüo. Otra estrategia es accionar el scanning de arriba para abajo o en dirección inversa. La idea es poner en la vista el orden natural de los arquetipos que nos gusta confirmar, ensalsar y finalmente creer.


De ahí que a uno no le extrañe cuando el tiempo pase (porque... ni modo, éste tiene que pasar), las cirugías de fortuna y los doctores Del Villar pululen con mitocondrias en su mano izquierda.


Al espejo se le debería declarar un objeto ridículo. Obsoleto. Un instrumento para medir el paso del tiempo y para busrlarse de uno mismo. ¿Hace cuánto tiempo se narra que los indígenas se maravillaron con un espejo mostrado por exploradores? Ese choque cultural es el que debería reinar a diario cuando uno tal vez ruega que en la lisa superficie frente a uno aparezca lo que es inaparecible, o desaparezca lo que es un hecho que ya apareció.


Los espejos en un gimnasio son muy divertidos: tienen que soportar sacos musculares que asumen éstos como aduanas de admiración y sardónicas cartas de relación de la microevolución inflamatoria de uno de sus promiscuos deltoides. Uno no sabe a cuál irle cuando tiene frente a sí un saco y su reflejo.


¿Qué pasaría si para ver al espejo tuviéramos a bien detectar que el hecho de ver es un condicionamiento limitado por órganos sensoriales y por reflejo de luz incidente (sin atender por ahora las aberraciones que un espejo tiene, por mejor pulido que sea)? Probablemente daría lo mismo vernos ahí y olvidaríamos esa sosa idea persecutoria del ego en torno al miniajuste y corrección ulterior de la dignidad icónico del yo.


Después de todo, ¿quién está a gusto con su figura corporal?

Instrucciones para observar una planta



Lo primero, por supuesto, es asumirse como paje en el reino vegetal y no claudicar ante la tentación de vegetar.

Apilar la vista sobre el follaje y hacer un violento zoo(m) para seguir nervaduras debe ser el paso subsecuente.

Es imprescindible por un momento observarlo todo en términos de colores. Esto es, olvidar cualquier referente y advertir un Nuevo Mundo hecho exclusivamente de colores. Descubrir el himno del Rojo y subir las montañas del verde. Admirar los fangos del Azul y regodearse con las falanges Amarillas.

En el caso de la planta observada, vale descubrir la genealogía paleontológica del verde y atinar al pantone anteriormente designado.

Luego viene el descubrimiento de la forma. Identificar la repetición de las formas y la coexistencia de patrones en un ente vivo puede ser tarea para supurar algún minuto desprovisto del víver de soliloquio.

Para concluir (es preciso recordar que este instructivo trata en exclusiva de observar plantas y el congénito arte de hablar con ellas es materia de otro instructivo) basta con imaginar (esto es ver fijamente con la mente) la raíz y no la maceta. Es importante no confundirla con la maceta y evidenciar el sustento de un ente vivo con esplendor y descaro.

Instrucciones para guardar la paciencia en un vuelo con lloriqueos




Mientras escribo estas letras un estruendo disfrazado de lloriqueos de bebé se esparcen por la cabina del avión. La mamá pasó de:
la negación de la existencia de pasajeros,
a la ira contenida por un detonador de sus debilidades en brazos,
Al dolor visto en su cara de desesperación, se notaba que era madre primeriza que en de cierto modo le importaba el resto del avión -incluyéndose-,
A la súplica al bebé por callarse ya, con exóticas estrategias que van desde ronrroneos, palmaditas y todo tipo de juego estúpido que va desde hablar como impedido hasta hacer caras de maniaco depresivo,
Hasta finalmente, según lo marca la psicología tradicional, llegar a la benedictina aceptación y rogar porque el vuelo pesadilla acabe lo antes posible.

Mientras los agudos decibeles ondean el tímpano con hordas de emisarios dispuestos a "hacer algo", una parte de la Mente indica que también se puede observar el hecho como un evento para cultivar aquello que invariablemente parece una palabra en lengua muerta: paciencia.

¿En qué pensar para ignorar el monstruito dos asientos adelante? (no puedo dejar de considerar y felicitar al papá que viaja en el asiento contiguo)

Puedo jugar a destaparme los oídos mediante la minuciosa acupresión de los opérculos nasales y la consecuente ventilación por esas vías.

También puedo imaginar que soy un gambusino en busca de la glándula pineal oculta en alguna parte de esta latitud, por lo que requiero atención completa en otro lado.

Cuando ninguna de las anteriores posibilidades funciona, en lugar de ignorar el ya rasposo decibelaje, acudo a notar que en sí no éste no tiene la característica de ser negativo o positivo. Mediante el ejercicio de observar el chillido desde una esquina que suponga observarse a sí misma sin prejuicio, dicho lloriqueo es espacio. Nada más.

Ahora que el avión ha aterrizado y el inconforme bebé (¿será perredista?) sigue con su clamor, su llanto se confunde con la lenta música de piano para relajar al pasajero que el capitán pone ya una vez en tierra.

Esto hace ver que tanto el lloriqueo como la música ambiental tienen las mismas características. Y si son desagradables o irritantes, es porque así las quiere uno ver.

jueves, 15 de marzo de 2007

Instrucciones para reconciliarse con un amiguín


Sí. Quedamos que el primer ingrediente sería evitar cualquier pretensión.

De ese modo el hecho de armar el presente instructivo y esperar que tu amiguín recuerde que "beauty is how you see it", depende también de que lo recuerdes tú.

Partiendo de esa premisa, elegir un lugar neutral es el acto que todo diestro espadachín requiere. Especialmente porque en casos radiactivos no tendrá uno que pagar ni lamentar las pérdidas materiales ni los daños a la nación que pudieran gestarse.

Una vez instalados en espacio cadente, será buena idea recurrir a la administración de la hospitalidad (La Ibero y sus ideas no dejan de sorprender con iluminadas opciones para recuperar esa extraña sensación de ser humanos) y provocar a su contraparte con un Matusalén o ya de perdis un Razz.

La plática del clima, de Christian de RBD, de los huracanes y sus restos humanos puede obviarse: todos ahí saben a lo que van y esos momentos son vergonzosos hasta para don Matusalén y cada uno de sus años.

¿Qué mejor que poner sobre la mesa de modo directo el punto de donde se generó la implosión? Es muy probable que se den otras tres o cuatro en cadena, pero si esa cadena no pierde eslabones, el último será seguro un lugar seguro para dar paso a la fase de "yo pensé que.." o "lo vi de diferente modo".

Cuando se articulen señalamientos espetados como mosquetón, lo mejor será ser un pedazo de madera, ser un pedazo de madera, ser un pedazo de madera y esperar a que concluya el punto. De no poder con la ontología carpintera, prepara una videograbadora para reír después con las necesidades sin colofón.

No hables si no puedes mejorar el silencio. De ese modo comprenderás que lo que dices, como lo que haces y piensas, generará consecuencias. Así, identifica muy bien la consecuencia que visualizas. De otro modo, la embarcación estará a la deriva.

Cuando haya un punto claro en el que se pasan las municiones cimbrando las orejas y capilares, vale la pena no perder de vista el punto que se discute, y en cuanto alguien lo abandone con alguna gracia febril o un dedito firme, señalarlo y transitar tema por tema.

Cuando te des cuenta que tu intención no es tener razón, sino alimentar una amistad, dilo.

Regresa al back to the basic, observen en perspectiva la situación, determinen qué fue lo sucedido, propongan soluciones preventivas al respecto, den un merecido abrazo de Acatempan y platiquen de sus mujeres con abolengo y soltura.

Instrucciones para hacer un instructivo

Si uno es diestro en el arte de sacudir cualquier pretensión y dar rienda suelta al Consejo General que albergamos (no sé si dentro, fuera o en algún hiperventilado espacio paralelo), lo primero será emular la sabiduría infantil en la mañana de un 25 de diciembre o 6 de enero: tomar por asalto el sofisticado juguete sin reparar (eso viene después y es materia ocupacional exclusiva de los padres) en leer ningún tipo de instructivo: "Pus qué, ¿estoy wey o qué?".

De ahí que la pretensión sea nula.

Si de niños no leímos el instructivo para activar el micrófono de la Montaña Tenebrosa (nunca sirvió: Simplemente no pude hacerme pasar por Skeletor, maldita sea...), menos sé qué diablos hagas leyendo estas líneas.

Un instructivo conjunta al mismo tiempo una línea que transita de A a B y de B a C. Pero nadie advirtió que hay rutas paralelas que conectan -invaden- la capacidad infinita de flirtear que tiene la A con la C, y las inmensas ganas de ir al baño por parte de la B. Si es cierto que la B tradicional y avurridamente vusca bentilar un venigno abatar, no será en este instructibo.

Valdría, pues, aplicar el cúmulo de sabores y sinsabores de la cotidiana muestra de mosaicos para instalar instructivos para prácticamente cualquier cosa, si es cierto aquello que para vivir no se aprende... pero al hacerlo, uno puede dejar su manual, su mancha, su instructivo, o su instructivo.

viernes, 9 de marzo de 2007

La ciudad en donde no existía el futbol

Una vez más estaba allí ese ruido. Lo más parecido a un silbatazo frío, hiriente, delator y vertical. Todos sabían de lo que se trataba, pero ahora sonaba más fuerte de lo que se pensaba El latigazo craneal hacía que los globos oculares parecieran sobreinflarse. Era de madrugada y nadie reparó nunca la hora porque siempre era de madrugada ahí. Los gallos cantaban cuando les diera la gana. No eran necesarios los relojes porque el tiempo se medía con un sistema alfabético discrecional: era la hora que quisieras que fuera, si es que esto era relevante, o había una reunión social en puerta, para tener que establecerla.

La gente no solía dejar sus casas por mucho tiempo y con lámparas incandescentes realizaban el trabajo por el cual eran remunerados. No les iba mal. Componían un piso o bajaban un animal de un árbol, y ganaban lo suficiente para dormir la mayor parte del tiempo. Cuando se trataba de celebrar, los oráculos dictaban que se realizara una peregrinación de casa en casa, de habitación en habitación, como si hubiera que llenar el aire de malteada de plátano por las 357 residencias del lugar, esto con el fin de alegrar el espíritu de los mentores.

Nunca era tarde ni temprano. Las reglas no eran conocidas porque no eran necesarias. No importaba si uno no se bañaba por tres meses o si lo veían colapsado en lágrimas por la calle. La religión era permitir que todo lo que vieras debía ser percibido como espacio mismo.

De este modo, la reverencia al instante era venerada con quedarse completamente quieto las veces que uno eligiera durante la jornada (recordemos que ni días, ni meses existían: solamente jornadas, que duraban lo que uno quisiera que duraran) y encontrar que el momento: ese momento, era el realmente trascendente y demandante de toda su atención. Era por eso que los hijos no contaban con edad para migrar de casa. De hecho, no había a dónde migrar porque el poblado era un tanto limitado, enclaustrado en su gente y la temperatura de sus sueños. Los hijos se criaban por medio de la educación que veían sus ojos (el famoso sistema Empírico - Dador - De - Inteligencia - Emocionante) y cuando encontraban alguien con quien unir su vida, lo hacían. Si se cansaban o aburrían, se lo decían y se retiraban.

Cuenta el veterano de la tienda de estrighaastos (una especie de tridentes muy, muy altos para arar las paredes y el cielo (se le conoce al hecho de arar paredes o cielo, a embonar un rígido objeto punzocortante en las paredes dimensionales, para ventilar el universo y permitir el escasísimo asomo de luz), recordando que esta tarea está reservada única y exclusivamente para los Estratuviarss. No eran nobles, sino los dedicados a ventilar el pueblo con sumo cuidado (ya que corría el rumor que de hacer esta operación sin la moderación taimada, el tridente podría reventar la delgada capa de Unix, que era la que les proveía de protección y cobijo vital (no por nada como sobrenombre se hacen decir unixtarios)), un hombre lánguido en tesitura pero robusto en conciencia, que una ocasión un hombre decidió unirse con una mujer, a quien de inmediato rechazó por no conocer el vocabulario elemental para hacerlo feliz. Cuenta el viejo que pasaron el resto de sus vidas juntos, investigando la naturaleza de este vocabulario, aparentemente unidos y aparentemente desunidos.

La plaza era un lugar para no estar. En realidad no había conceptos tales como bonito o feo, ni constructivista u ortodoxo. No existían (no es que no las conocieran, simplemente, esto no importaba) varias figuras geométricas. Se daban por premiados con abrir sus ventanas triangulares y escuchar sus discos cuadrados.

Eran personas que no eran especiales. Gente común que sabía que con uno que fuera especial, sobrevendría la gemida hecatombe social. Por eso no había siquiera este deseo. Transitaban por los caminos como sombras colgadas encima, sin mayor ocupación que la de percibir el momento y sus cualidades. Incluso hacían esto durante el prolongado tiempo de sueño. No deseaban en realidad más cosas, porque no había más cosas y porque el deseo era comprendido como una irreverencia para la tranquilidad. No tenían la menor intención de proteger o vanagloriar al ego.
Todo era muy estable, muy pacífico, y su gente muy quieta, a grado tal que el enojo más violento era apenas un guiño de inconformidad, aún espetado con cierta dosis de dulzura. Todo esto transcurría como cotidiano hasta el día de la Xanyuzaan (Momento de la profética evaporación del orden). Todos tendrían que estar preparados (anímica y materialmente) para el instante en que el pueblo recibiera la sacudida herética y sólo unos cuantos sobrevivieran.

El movimiento no tenía paralelo y duraba muchos eones (muchísimo tiempo: el tiempo que realmente no tenía medida y que nadie quería que fuera medido o incluso concebido). Nadie allá adentro conocía su origen, y como no existía el deseo de sobrevivir o no envejecer, recibían el instante con aceptación y soltura. Incluso, con una obscura alegría por saber que ya no tendrían que esperarlo más.

Lo que ellos nunca sospecharon, es que si uno eleva la mirada, como si ésta fuera en la punta de una escalera de camión de bomberos, y llega al punto más alto del campanario del pueblo y sigue escalando la vista de tal modo que cruce las tinieblas parcialmente entintadas de luz, y vigoriza este ejercicio hasta llegar al límite del espacio, uno encontrará una dura capa (la misma que reconocen los Estratuviarss con su tridente), misma que del lado opuesto, es levantada por el árbitro del encuentro, quien con quirúrgica sonrisa estereotipada, sabe todo lo que está sucediendo adentro, pero nada puede hacer para impedir el orden natural de los sucesos (en realidad es árbitro de afuera, adentro y sus linderos, pero guarda el secreto, por favor). Entonces camina unos metros y suda lo necesario. Recibe cuatro flashazos. Continúa ungido de arquetipos sonrientes, que sabe que lo librarán de cualquier sospecha. Lo toma entre sus manos, respira hondo, cierra un momento los párpados como quien sabe que ya nada será igual, y deja el balón en el centro del césped para que con su implacable y agudo silbatazo (crucial aviso) dé comienzo un encuentro más.

Zion


Infusion
Rejection
Abduction
Obliteration
Mention
Percussion
Indentation
Direction
Incitation
Detection
Publication
Correction... of the Mind


No necearás


Uno cree que de verdad cree cuando en el momento menos indicado se encuentra con un espejo (así de irreverente y gracioso) y el discurso del paladín se envuelve en oropel. La tersa bigamia del ojito torcido que guarda militarizada frontera con el arquetipo del insulto apenas sale del poro capilar de mi consecuente interlocutora.


Así fue como recordé que como temporal capitán de fragata solicité un ejercicio para desarrollar la musculatura de la conciencia en el gimnasio del espacio de la Mente. El Mind City.


-Dou you Mind?, me pregunté


- Sáaaa. Whatever, ya con boca suelta de canal 4 a las 3 de la mañana


El paladín del momento: los tres segundos de reconversión acudieron al llamado del Consejo General citado en pleno dentro de la Mente. Se decidió por unanimidad (y esta vez sin tomar la tribuna ni orinarse en las curules) ser congruentes y generar sentido al ejercicio. Tampoco sería una especie de "Whatever, you Moron..." Simplemente sonreí.


Se asienta el espacio de la Mente.


Se organiza el polvo en una línea bermeja que pudo haber sido la misma que ventilara el proyectil del ego al defender lo indefendible: una posición y no una conducción.


Conducción Amarilla.


Amarilla Mente.


Mente sonriente, al fin.